lunes, 21 de abril de 2014

UNIDAD EDUCATIVA GONZALO MENDEZ

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DISCURSO PRONUNCIADO POR AMÉRICO FERNANDEZ EL PRIMERO

DE OCTUBRE DE 2007 CON MOTIVO DEL ANIVERSARIO 37º DE LA UNIDAD EDUCATIVA GONZALO MÉNDEZ, EN VILLA BRASIL, PUERTO ORDAZ.
El trigésimo séptimo aniversario de esta Unidad Educativa que ostenta el nombre del extinto educador Gonzalo Méndez, está dedicado a resaltar la trayectoria vital y profesional de uno de sus fundadores: Diógenes Troncone Sánchez.  Él, junto con Pedro Fernández, Antonio Cárdenas y, finalmente con mayor empuje hasta la definitiva consolidación, su actual director José Ramón (Cheo) Rodríguez.  Ellos concibieron este plantel para enseñar en su primer y segundo niveles a quienes en esta comunidad  de Puerto Ordaz, particularmente de Villa Brasil y Alta Vista, dan sus primeros pasos por el sorprendente como intrincado sendero de la vida.
            Este homenaje póstumo de la comunidad educativa al  profesor Diógenes Troncote Sánchez, educador de la misma cepa gremialista de José Gonzalo Méndez Moreno, muerto trágicamente en el Salto La Llovizna el 24 de agosto de 1964 junto con otros 36 compañeros también arrastrados por las tormentosas torrenteras del Caroní, reviste acertada justificación y habrá de perdurar a través de la Biblioteca que hoy se inaugura con su nombre.  Reviste justificación no tan sólo por ser uno de los fundadores de este magnífico plantel que tiene como divisa la disciplina y el honor, sino por los méritos profesionales que lo distinguieron en vida y por su don de gente y padre de familia inmerso en los principios cristianos del catolicismo.
            Una personalidad muy peculiar evidenció siempre  la manera de ser del profesor Diógenes Troncone, acaso modelada por el constante ejercicio de la docencia que se tradujo en su relación con la gente y en sus escritos periodísticos, escritos libre de eufemismos, directos, sin que por ello carecieran de la sazón de la sal, atenuada con la meliflua propiedad del azúcar. Tal vez por ello sus artículos  firmados con nombre propio se distinguían con el pre-título “Sal y Azúcar” y no como en sus primeros tiempos “Rompiendo la Zaranda”, que solía firmar con un seudónimo; no para ocultarse, sino en homenaje a la familia que lo había criado y formado como verdadero hijo, aunque los Maury venidos de Valencia, eran blancos y él tenía la piel algo quemada, buscando a su madre María Magdalena Sánchez, una culisa atractiva. De suerte que “El Negro Maury”, no era tan seudónimo porque toda Ciudad Bolívar sabía de antemano de quién se trataba.
Pero quién en la Ciudad Bolívar de los años treinta y cuarenta iba a creer que él no era miembro de la prolífica familia Maury, si lo único que le faltó fue nacer ahí en esa casa de Santa Lucía o de la calle Amazonas y no abordo de una goleta como en efecto ocurrió el 12 de septiembre de 1928 frente a la población indígena de La Urbana. Los Maury lo criaron y formaron  desde la edad de tres meses cuando su madre, maestra de La Urbana, falleció enervada por la tisis, mientras a su padre no llegó a verlo sino  en dos oportunidades. Quién iba a dudar, que estaba marcado con la impronta de los Maury; sin embargo, no era así y el día que cumplió quince años, debido a esa circunstancia, se sintió envuelto en terrible dilema. Cuando lo recordaba se le quebraba la voz.
 En la hora del almuerzo cuando llegaba a su casa al salir del colegio “La Milagrosa” de los Padres Paules, toda la familia se hallaba reunida en la mesa y para mayor e inquietante sorpresa su puesto de siempre a la izquierda de José María Maury, estaba ocupado.
-No te sorprendas, ¿sabes qué fecha es hoy? –le espetó a su llegada su padre putativo.
 -No-respondió Troncote-.
-Pues hoy cumples quince años y es bueno que decidas si aceptas la adopción legal o si deseas continuar usando el apellido de tu padre.
Diógenes prendió su linterna y  encontró a aquél marino perdido en uno de los innumerables meandros del río. Prefería entonces continuar siendo con apelativo legítimo, fruto de la rama del tronco genovés de los Troncone, extendida del Mar Mediterráneo al lago de Maracaibo. De allí vino su padre de genio un tanto atravesado capitaneando una goleta que hizo anclar para siempre en el Orinoco. La última vez que lo vio tenía doce años y luego se  perdió en la bruma del río, pero él quedaba bien protegido y siempre inclinado a seguir los pasos de la madre. Así lo encontramos en la “Miguel Antonio Caro” de Caracas donde se hizo maestro normalista, yendo obstinadamente contra la corriente de quienes confundían intereses facciosos con los intereses del Estado. Recién graduado realizó un curso de folclorología en la Universidad Central de Venezuela y con ese bagaje y junto con otros compañeros egresados se vino para Ciudad Bolívar a trabajar en el recién inaugurado Grupo Escolar Mérida, entonces dirigido por el profesor Alfonso Paraguán.
Se inició como maestro en octubre del 49 y allí en el Grupo permaneció hasta diciembre del 55 cuando la Seguridad Nacional le pidió abandonar la ciudad por haber escrito contra la Dirección de Educación del Estado. Claro, Diógenes, además de docente ejercía el periodismo como corresponsal del diario La Calle y redactor del Semanario “El Tiempo”, que dirigía monseñor Dámaso Cardozo.
Gomecito, el jefe de la Seguridad Nacional, no lo perdonó, era pluma muy ácida y Troncone tomó el autobús de la ABC y se instaló de nuevo en Caracas, coincidencialmente en la posada de una guayanesa que conoció vendiendo empanadas en el puerto de las chalanas. ¿Qué podía hacer  la Asociación Venezolana de Periodistas que en septiembre de 1951 había fundado junto con Eliécer Sánchez Gamboa, su primer presidente? Nada podía hacer en su defensa ni tampoco el gremio magisterial porque no había libertad de expresión ni de reunión ni de nada, casi todos los derechos ciudadanos estaban conculcados.  En Caracas no sólo trabajó como docente y periodista, sino que estudió y se graduó de bachiller en filosofía y letras en el liceo Alcázar y realizó cursos de corresponsal en el Instituto Santos Michelena y de Relaciones Públicas en la Universidad Central. La expulsión fue relativamente corta. Apenas tres años al cabo de los cuales cayó el dictador y Troncone, luego de estudiar, y trabajar como docente en el Grupo Escolar “El Libertador” de Chacao, en la Escuela “Martínez Centeno” de Miranda, como subdirector en el Instituto de Comercio “Simón Rodríguez” de Puerto Cabello y redactor de los diarios “La verdad” y “El mundo”, retornó a Ciudad Bolívar como subdirector del Instituto de Comercio Dalla Costa y docente del Centro de Profesionalización. Tan sólo por un año, tiempo suficiente para recrearse en los rostros deprimidos de quienes lo sacaron de su tierra por una simple nota de prensa y para encontrar novia y casarse. Contrajo matrimonio con Rosario Goudet, una upatense alumna en el liceo Sucre, que también al igual que él, se realizó como docente  y tuvo además puros varones, hoy todos profesionales.
En 1969, Margarita le vino de perla para su luna de miel, pues el Ministerio de Educación le pidió fundar y dirigir el Instituto de Comercio Juan Bautista Arismendi de la Asunción. Allí mi maestra de cuarto grado Nuncia Villarroel le sirvió de secretaria. Al cabo de cuatro años está de nuevo en Caracas como profesor técnico comercial en el Instituto de Comercio de El Valle, en el Santos Michelena, en el Simón Bolívar de Caracas y como redactor del vespertino “El Mundo”. Su estada en una capital como Caracas tan llena de posibilidades para el estudio la aprovechó intensamente cada vez y en esta ocasión logró estudiar y graduarse como profesor de Historia y Geografía Simultáneamente estudiaba también Derecho, pero no lo concluyó por ciertas presiones con relación al futuro ejercicio de la abogacía y también porque el Ministerio le pidió volviera a Ciudad Bolívar para dirigir el Instituto de Comercio Dalla Costa. Eso ocurrió en 1970, entonces le dio por fundar colegios, buscando, estabilizarse. Así fundó el Liceo Sucre en Ciudad Bolívar, el Liceo Ana Emilia Delon en Maturín, este Instituto Gonzalo Méndez de Puerto Ordaz, la Unidad Educativa El Colegión y por último el colegio Pensamiento Bolivariano. Ese año cuando llegó a Ciudad Bolívar para quedarse de una vez, concursó y ganó el segundo premio del certamen promovido por el Ministerio de Fomento con motivo del XI Censo de Población. Ya antes en 1962, con motivo del Bicentenario de Ciudad Bolívar había ganado el tercer premio de un concurso promovido por la Logia Asilo de la Paz Nº.13. El primer premio en esa ocasión lo ganó  Manuel Alfredo Rodríguez. Troncone tiene varios libros inéditos entre ellos, El Correo del Orinoco, La nueva Educación en Europa, La Opinión Pública, Perfil de Liderazgo, La Comunicación Insonora y la Pedagogía de J. F. Reyes Baena, los cuales respaldan su condición de miembro de la Asociación de Escritores de Venezuela, Seccional Ciudad Bolívar. La AEV le publicó un opúsculo sobre “Canaima”, la novela de Rómulo Gallegos. No obstante haberse especializado en Historia y Geografía nunca dictó en aula esta materia, en cambio ejerció como profesor de Filosofía y Psicología, porque tuvo muy buenos profesores como Ignacio Burn.
En diálogo en vida me dijo no creer en la resurrección no obstante ser socialcristiano. “El que muere ya cumplió su hazaña vital, me dijo. No hay segunda vida. De esa ilusión yo no vivo, soy escéptico en tal sentido como bien lo soy al no creer en esoterismo, brujería, espiritismo y prácticas por el estilo. Soy realista sin llegar a ser materialista, por esa razón no quise seguir la carrera de abogado. Habría tenido que renunciar a las cosas que espiritualmente me llenan”.
            Ciertamente, Diógenes Aristóbulo Troncone Sánchez, militó desde su tiempo de estudiante en la doctrina socialcristiana y por esa vía llegó a ser admirador del doctor Rafael Caldera como académico y gran inspirador del movimiento en el cual sustentaba un ideario  que tiene su origen en la  Rerum Novarum de León XIII, encíclica esta que fija la posición de la Iglesia Católica frente al problema de la cuestión social partiendo del principio según el cual el hombre es centro de la sociedad, es decir, que el hombre está por encima de la sociedad y el Estado.
            Diógenes Troncone, en entrevista que le hice poco antes de su muerte ocurrida  el 8 de enero de 2005,  confesaba no estar conforme con el sistema educativo vigente.  Se lamentaba señalando que la educación en este país es francamente un caos. Existe una desmoralización y carencia de ética profesional increíbles. No tenemos profesores y maestros sino dadores de clases, en su mayoría. Y sobre las nuevas promociones de periodistas expresaba que no prometen mucho, se están quedando en lo rutinario y dependiendo de los boletines institucionales de prensa, de allí que algunos periódicos salgan tan uniformados. La noticia hay que profundizarla y la metodología del periodismo interpretativo es una buena vía. Otro de nuestros males es el palangre, del cual tiene marcada responsabilidad el Colegio que tanto ha legislado sobre el particular, pero que hasta ahora ha sido incapaz de aplicar estrictamente el Código de Ética. Lo mismo se puede decir de la piratería. Tenemos directivas que sólo responden a los intereses políticamente fraccionales, de allí que el colegio ande tan mal como el gremio magisterial. Troncone era un crítico por naturaleza y nunca dejó de escribir diciendo sin ambages lo que sentía y lo que pensaba, ni siquiera a su edad septuagenaria se aplacaba. Decía que sentarse a escribir costaba, pero una vez que se sentaba ante la máquina, todo -como dice Adriano González León-, todo le era fácil, las ideas venían en torrente, pero lo importante era sentarse y ponerle un poco de sal a la vida.


domingo, 20 de abril de 2014

73º ANIVERSARIO DE RADIO BOLIVAR 1010


Fitzí Miranda (Fundador), José Antonio Fernández, José Antonio Nicolás, Gabriel Aguilera ordaz y Lubén Rossi Vera


 Invitado por el personal de Radio Bolívar encabezado por su directora Rosiel Velásquez, preparé este discurso que al final no fue pronunciado debido  a  la  inexplicable  negativa del Consejo Legislativo  del 2009

            A los seis años de haberse iniciado desde Gran Bretaña la radiodifusión en el mundo, llegó a Venezuela, y seis años después, a Ciudad Bolívar.
            Mayo de 1920 marca el inicio de la radiodifusión en el mundo. Luego de mucho batallar, la emisora Marconi Wireless invadió las ondas hertzianas desde Chelmsford, Inglaterra, con un programa musical e informativo que poco ha variado desde entonces en el universo de la radiodifusión.
            Estados Unidos que también venía investigando sobre la comunicación a distancia, se puso a la par de Inglaterra en noviembre del mismo año con la estación KDKA de Pittsburg.
            Había comenzado a dar sus frutos el invento de muchos hombres, y cada país, entre ellos Venezuela, se fue interesando a medida que se industrializaba esta para entonces revolucionaria como increíble forma de comunicación inalámbrica.
            El 25 de septiembre de 1925, el gobierno de Juan Vicente Gómez dio el permiso y el 24 de mayo de 1926 la emisora AYRE (Broadcasting Central de Caracas) entró en acción con un transmisor Wastern Eléctric, de 1 kw, y una longitud de ondas de 375 metros.
            Venezolana de Radiotelefonía, empresa que había obtenido tanto el monopolio de las trasmisiones como el de la venta de radiorreceptores, era la patrocinante de esta primera emisora venezolana y su directiva estaba predominantemente conformada por hombres del gobierno, entre ellos, el coronel Arturo Santana, edecán del general José Vicente Gómez, hijo del dictador. Tal empresa creó también, un servicio de información radiotelegráfica para los periodistas venezolanos que competían con el Cable Francés.
            Antes de la inauguración,  Venezolana de Radiotelefonía abrió el 15 de mayo de ese año 1926 una exposición de aparatos radiorreceptores, fabricados en los Estados Unidos por Etromberg Carlson Radio- Corporation, en su salón de ventas ubicado de Sociedad a Camejo. Sus agentes en Ciudad Bolívar eran Requesens y Cia.
            El 24 de mayo, cuando fue inaugurada AYRE, hubo en Ciudad Bolívar un acto especial en el club de Comercio que entonces quedaba entre las calles Constitución y Orinoco, para captar la audición en el primer aparato vendido por Manuelito Requesens. Entre los asistentes destacaban  el Presidente del Estado, Silverio González, y el Secretario de Gobierno, Antonio María Delgado.
            AYRE estuvo activa asta 1928 cuando fue cerrada. Dos años luego, 9 de diciembre de 1930, el empresario William H. Phelps inauguró las transmisiones de la Broadcasting Caracas, convertida en 1935 en Radio Caracas.
            El lunes 9 de mayo de 1931, a las 10:15 de la noche, Broadcasting Caracas trasmitió un programa de música guayanesa dedicada a Ciudad Bolívar, por cortesía de la Shell. En ese programa se incluyeron el paso-doble “Late 28” y el joropo “La Sapoara” de Fitzi Miranda y “Canciones de Himeneo”, de Telmo Almada.
            Después de AYRE y Broadcasting Caracas, surgió la emisora Sello Rojo (1931), llamada luego Radiodifusora Venezuela, fundada en el Pasaje Ramella de Caracas por los hermanos Degwitz. La cuarta y primera emisora de provincia vino a ser la Broadcasting Bolívar fundada por el técnico electricista Rafael Ángel Cabrera.


Broadcasting Bolívar
           
            El Diccionario de Historia de Venezuela da a Ondas del Lago, de Maracaibo, como la primera emisora establecida en la provincia (1935). Sin embargo, hemos leído en un ejemplar de “El Luchador” de enero de 1932, que Ciudad Bolívar tenía en prueba para esa fecha, la emisora Broadcasting Bolívar, fundada por el técnico electricista Rafael Ángel Cabrera.
            Rafael Ángel Cabrera era técnico de la C. A. La Electricidad de Ciudad Bolívar y fue propietario de los Cines América, Mundial y Gómez. Este último inaugurado por el Presidente del Estado, general Vicencio Pérez Soto, el 17 de agosto de 1922.
            De manera que la Broadcasting Bolívar fue una entera realidad en la Ciudad Bolívar de 1932, año en que la capital angostureña servía de plataforma a la fundación de El Tigre petrolero. Hay testimonio hemerográfico como lo evidencia esta nota del diario vespertino “El Luchador”  en su edición del 20 de enero:
            “Ya se oye todas las noches a las 7:30, la Estación Difusora de esta Ciudad del señor Rafael A. Cabrera, en prueba, admirablemente bien.
            Las letras de llamada de la Estación son Y. V. 16. Bol. Con frecuencia de 1.300 kilociclos (Onda Larga).
            La Broadscasting Bolívar será inaugurada posiblemente el primero de febrero y trabajará todas las noches, menos sábado y domingo.
            Ya muchas casas de comercio han hecho arreglo para radiar sus avisos y algunos intelectuales y hombres de ciencia han ofrecido su concurso al Sr. Cabrera, lo mismo que algunas damas que quieren deleitar a los radioyentes con sus recitaciones y ejecuciones musicales y cantos.
            Nos congratulamos con el Sr. Cabrera por esta progresista nota de adelanto que ha traído a Guayana”.

Ecos del Orinoco

            Cronológicamente hablando, a Broadcasting Bolívar siguió la Ecos del Orinoco, emisora que luego reapareció con el nombre de Radio Orinoco hasta su extinción muy recientemente.
            Ecos del Orinoco, fundada por Enrique Torres Valencia, inició su período de prueba en enero de 1936, con música grabada y en vivo, pues el diario “El Luchador” publica el primero de febrero una nota donde agradece al Trío Mangoré, interpretaciones musicales dedicadas a ese vespertino bolivarense.
            Oficialmente la emisora que salía al aire desde el Paseo 5 de julio con las siglas Y. V. 11. RB, frecuencia oficial de 6.545 Kilociclos, es inaugurada oficialmente el primero de abril de ese año 1936. El acto de inauguración se realizó a las 8 de la noche, se brindó con champaña y actuó la orquesta “Alma Criolla” dirigida por Telmo Almada.
            No obstante, la Broadcasting Bolívar, de vida efímera, pues su dueño enfermó y fue a morir a Caracas de un infarto, es posible señalar 1936 como el año en que inicia la Radiodifusión en provincia, pues aparecen coetáneamente con Ecos del Orinoco, la Voz del Táchira, Ondas del lago, la Voz de Carabobo y Radio Popular (Maracaibo). Es el año también (29de julio de 1936) del decreto del Presidente de la República, Eleazar López Contreras, por medio del cual crea la dirección General de Radiotelefonía y Radiodifusión, que da origen a la actual Radio Nacional, la primera en trasmitir los debates del Congreso Nacional (1945).
            Lamentablemente, el fundador y director de Ecos del Orinoco, Enrique Torres Valencia, murió trágicamente el domingo 11 de mayo de 1945, entre las calles Pilar y Concordia, cuando por el cobro de una papeleta del juego hípico que al parecer estaba dudosa, fue agredido con arma blanca. Además de director propietario de la emisora, era administrador del Hipódromo Angostura y por demás excelente deportista en el campo del béisbol. Llegó a ser director de Deportes del Estado (1942). Después de la muerte de Torres Valencia, la dirección de la emisora pasó a manos de Antonio José Rivas.

Radio Bolívar

            Al año siguiente- -8 de mayo de 1937- es inaugurada oficialmente Radio Bolívar bajo la dirección de sus propios dueños: José Francisco Miranda (Fitzi), en la dirección artística y Pedro Elías Behrens, en la dirección técnica.
            Después de su período de prueba, la Radio Bolívar, debía inaugurarse el miércoles 21 de abril, pero por inconvenientes de carácter técnico fue diferida para el 8 de mayo a las seis de la tarde cuando la bendijo el Vicario de la Catedral, Dr. Dámaso Cardozo.
            El programa de inauguración incluyó a las 6:15. Himno de Guayana, interpretado por un coro de jóvenes acompañados de orquesta; 6:20, Mensaje del director artístico; 6, 30, Música bailable de la Orquesta Dalla–Costa; 7:00, Actuación del cantante español, René Najera; 7:30, Música bailable con la Orquesta del Estado; 8:00 Actuación artística de Carmen Liccioni, S. Calojero, Isabel Caro, Tito Avila, Elena Acosta Yánez, Lilia Tovar, Federico Behrens, Antonio Marcó y Ana María Gutiérrez; 8:30, Opera, La Viuda Alegre y 10:00 p. m. Música bailable.
            Esta emisora que arrancaba a las once de la mañana y cerraba sus audiciones a las 8:30 de la noche, regularmente operaba con las siglas Y. V. 6 R. C, en 6.420 kilociclos. En enero del año siguiente adquirió un nuevo transmisor de medio kilovatio para onda larga con potencia de 300 walts. La emisora apenas se mantuvo en el aire durante tres años, al cabo de los cuales arrendó  sus equipos, los cuales fueron adquiridos por el obispo Miguel Antonio Mejías, a nombre de la Diócesis de Guayana, para la fundación de una emisora de la iglesia, tal la Voz de Guayana, inaugurada el        El 15 de mayo de 1944 fue inaugurada oficialmente La Voz de Guayana, bajo la dirección del Vicario de la catedral, Dr. Dámaso Cardozo. Fue invitado a inaugurarla el Presidente del Estado Bolívar, Dr. Mario Briceño Iragorri, quien a nombre de su gobierno dirigió un mensaje de bienvenida. El discurso inaugural estuvo a cargo del Pbro. J. M. Guevara Carrera, en el que destacó el esfuerzo de Monseñor Cardozo y del Pbro. José Ignacio Rincón (Técnico de Radio) para hacerla posible.
            Tras la muerte de Monseñor Mejías ocurrida el 9 de octubre de 1947, La Voz de Guayana salió del aire y sus equipos volvieron al poder del profesor José Francisco Miranda, quien de nuevo reinauguró la Radio Bolívar, el 5 de noviembre de 1948, fecha adoptada a partir de entonces para la celebración de su fundación.  Reapareció bajo las siglas YVQE, 720 kilociclos y YVQF, 6. 200 kilociclos, bajo la dirección del Prof. J. F. Miranda y Aurelio Peralta  como director técnico. Los estudios fueron instalados en la biblioteca auditorio Simón Rodríguez, hoy asiento del Consejo Legislativo y trasmitía de 5 de la tarde a 10 de la noche. Allí en la parte más elevada de la ciudad permaneció hasta junio del año siguiente cuando, luego de suscribir J. F. Miranda, un contrato con la sucesión Torres Valencia para constituir ambas emisoras un circuito radial local, establecieron las dos un estudio común en la calle Dalla-Costa No. 117.
            El 15 de junio de 1951, el diario El Universal de Caracas denunció la forma irregular como venía operaban las dos emisoras y Ecos del Orinoco se ve obligada a interrumpe sus trasmisiones.
Cuatro años después, en 1955, Antonio José Istúriz, empresario de Radio Puerto La Cruz, decide comprar, primero  adquiere  la Radio Bolívar y en 1956 Ecos del Orinoco que convierte en Radio Orinoco en el Centro Comercial Menseses.
La reinauguración de Radio Bolívar el primero de octubre de 1955 fue bendecida por el  Obispo de la Diócesis, monseñor Juan José Bernal Ortiz y se hizo cargo de la dirección, el locutor y periodista José Antonio Fernández, quien previamente y durante quince días estuvo conociendo y estudiando los estudios y mercado de la emisora antes de concretarse la compra.  Fitzí Miranda que  sostenía la emisora con los locutores Domingo Maestracci, para entonces director del Grupo Escolar Estado Mérida, Nedo Boccardo, su yerno, José Vicente Cardozo y Tomás Aponte, operadores, comenzó a incursionar en otro ramo, el de los medicamento, fundando la Farmacia Claret, al mismo lado de la Radio Bolívar, hoy en poder de Alfredo Hernández.
            Así que José Antonio Fernández, cojedeño, con 28 años de edad y con apenas seis años en la radiodifusión debutó como director y puso a vibrar la emisora con novedosos y atractivos programas  como “Fiesta Polar” animado por él y “Artistas de Caracas” , Dominguito Maestracci y el chino Oscar Colmenares.  Artistas internacionales invitados por Ondas Porteñas extendían su visita a Radio Bolívar, como Tony Aguilar, popular charro mexicano; Juan Legido, estrella de los Churumbeles de España;  Olga Llorens, intérprete de bulerías, Héctor Murga, Sergio Sevillano, y la guarachera Celia Cruz que entonces tenía 22 años como se ve en la fotografía de esta columna recibiendo flores de José Antonio Fernández.  Entonces vino con el conjunto cubano La Sonora Matancera, que amenizó un baile en el Club Buena Vista La Piscina.
            Uno de los programas ideado por José Antonio Fernández fue la “Gran Revista Multicolor” con atracciones artísticas nacionales, y locales como el indio Humberto Fernández, África Oraa, Gladis Contreras, Ramón Brito (Cantinflas), el Mochito Juan Manuel Sánchez, Juan Antonio La Rosa y el Duelo Carabíos integrado por  Jesús Vásquez y Arnaldo Rambert.  Para ello la Radio contaba con una orquesta  de planta dirigida por el trompetista David del Moral
Radio Bolívar, desde que Fitzí Miranda la endosó al “Catire” Isturiz, tuvo dos momentos estelares: primero cuando operó bajo la dirección de José Antonio Fernández y, posteriormente, dirigida por otro José Antonio (José Antonio Nicolás) a quien los citadinos preferían identificar como el “Turco” Nicolás, porque, al parecer, era descendiente de musulmanes turcos y además, un riguroso administrador que regateaba hasta el último centavo.
            Hasta mi me regateó lo que debía pagarme por el cotidiano programa “El Día de hoy en la Historia” y un resumen de noticias de la semana que como apertura del noticiero leía Héctor Cristofini, y el resumen semanal de noticias en la vos dominical de Romelia Rosales.
            Esto fue por los años sesenta cuando el doctor Ricardo Hurtado, hablador como todo buen hispano, escribía diariamente en “El Bolivarense” siempre sobre tópicos económicos, especialmente en lo tocante al desarrollo industrial y energético  que se avizoraba en la Zona del Hierro. Abogaba por San Félix y febrilmente por Ciudad Bolívar, en peligro de quedar a la zaga.
            Evaristo Marín era el Corresponsal de El Nacional y cultivaba a Ricardo Hurtado como fuente noticiosa verídica y segura por su estrecha conexión con las autoridades y gerentes de las empresas que estaban surgiendo en la confluencia del Orinoco con el Caroní. Ambos colaboraban con Radio Bolívar.
            José Antonio Nicolás pereció de un infarto a Ricardo Hurtado se lo tragó la tierra y Evaristo Marín, quien se graduó conmigo y Rubén Ferrer Rosas en la Escuela de Comunicación Social de la UCV, aún sigue siendo Corresponsal de El Nacional, pero en Puerto La Cruz y Barcelona, además del Cronista Oficial del Norte de Margarita.
            Después de José Antonio Nicolás, asumió la dirección Gabriel Aguilera Ordaz seguido posteriormente de Tomás León Rangel (El Chino León) con apenas siete días: Jerónimo Méndez Rojas, Pedro Carreño Reyes, Luvén Rossi Vera, decano de la emisora dado los 17 años que estuvo al frente de ella, y Carlos Gómez Acero, ya la emisora en manos del cubano   Orlando Castro Llanes, el “enfant terrible” de los seguros y la banca venezolana durante más de una década de los años 80 y principios de los 90. A consecuencia de la crisis financiera de las empresas de Orlando Castro, la Radio Bolívar pasó a poder del Fondo de Garantías de Depósitos (Fogade), que la vendió finalmente al empresario Tobías Carrero Nácar, dueño actual del circuito Venezuela y de Multinacional de Seguros.
Radio Bolívar permaneció y permanece en la calle Dalla Costa, ahora formando parte del Circuito Radio Venezuela, bajo la dirección de Rosiel Velásquez. El Circuito Radio Venezuela, es privado, con una gestión centralizada, por medio de su emisora matriz Venezuela 790 AM en Caracas que tiene la misma edad d Radio Bolívar.  El Circuito mantiene la autonomía en la programación regional, de cada  una de las  doce emisoras que lo forman.
           

Héctor Cristofini, Domingo Maestracci, Romelia y José Antonio Nicolás


sábado, 19 de abril de 2014

RAMON ISIDRO MONTES modelador del talento bolivarense




DISCURSO PRONUNCIADO POR AMERICO FERNÁNDEZ CON MOTIVO DEL ACTO ACADÉMICO DE GRADUACIÓN DE 185 NUEVOS PROFESIONALES EN DISTINTAS CARRERAS CURSADAS EN LA UNIVERSIDAD GRAN MARISCAL DE AYACUHO, EL 12    DE MARZO DE    2010    EN    EL    SALÓN     ANGOSTURA    DEL    HOTEL   LAJA    REAL

Señores y Señoras:
Una distinción honrosa que agradezco significa para mí esta invitación del Consejo directivo del Núcleo de la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho, para disertar, como lo hago ahora, sobre un personaje de relevancia en la vida universitaria bolivarense, cuya sabiduría, firme voluntad y capacidad de servicio a favor del hombre y la cultura, sirva de orientación y guía a los 185 nuevos profesionales que en distintas carreras concluyen hoy sus estudios en esta Universidad que ostenta el título de Antonio José de Sucre, uno de nuestros libertadores, quizás el de mayor inteligencia, capacidad militar, disciplina y sensibilidad humana.
            Se nos ocurre como paradigma el nombre y la esencia de Ramón Isidro Montes,  humanista, mecenas de la juventud y modelador del talento bolivarense. Poeta además, educador, magistrado y político nacido en Angostura el 5 de septiembre de 1826, año en que el Congreso de Colombia aprobó en Bogotá  una Ley para promover la fundación de los Colegios Nacionales, favorable a la capital de la provincia de Guayana, pero que no cristalizó sino cunado ya Venezuela se había separado de la Gran Colombia.  Ramón Isidro Montes tuvo mucho que ver con ese Colegio no sólo porque realizó allí sus primeros estudios sino porque llegó a ser su rector en dos ocasiones y echó las bases para los estudios superiores.
Ramón Isidro Montes perteneció integralmente al siglo diecinueve, el siglo de los avatares republicanos y de los hombres de la nacionalidad.  Su abuelo, Juan Montes, fue uno de esos hombres de la nacionalidad.  Coetáneo, paisano y amigo del Libertador, lo acompañó fielmente en todas sus empresas emancipadoras, desde 1810 cuando Caracas despertó de su letargo colonialista hasta que tomada Angostura por los patriotas  se radicó en ella hasta ser sepultado en 1870 con el grado de General de División.
En tierra orinoquense nacieron todos sus hijos, entre ellos, Juan Montes Salas, fundador en 1830 de la primera botica que tuvo la ciudad de Angostura, la Botica Bolivariana.  Casado  con María de las Nieves Cornieles, hija de José Luis Cornieles  y María Josefa Vélez,  propietaria de la casa de San Isidro donde vivió el Libertador y del inmueble de la calle La Muralla en la que  fue editado el Correo del Orinoco.
Juan Montes Salas enviudó y se caso en segunda nupcias.  Tuvo varios hijos.  Tres de ellos siguieron la carrera universitaria: Andrés Jesús y Juan, quienes   se doctoraron en Farmacia siguiendo la orientación vocacional de su padre, y Ramón Isidro, graduado primero de Teniente de Ingenieros en la Academia de Matemáticas fundada por Juan Manuel Cajigal y  Licenciado en Ciencias Políticas un año después, 1848, en la Universidad Central de Venezuela.
 Ramón Isidro Montes destacó como estudiante, tanto en el Colegio Nacional de Guayana donde ingresó en 1840 entre los primeros matriculados bajo la rectoría de Andrés Eusebio Level, como en Caracas donde realizó estudios de educación superior.  En 1846, antes de graduarse, ya ejercía funciones docentes en la especialidad de matemática y latinidad, y escribía en los medios impresos de la capital.  Ese mismo año, junto con otros hombres de letras participó en el homenaje tributado a Andrés Bello en el aniversario de su natalicio.  Su vocación de humanista era evidente y quedó demostrado cuando abandonó las ciencias áridas para seguir la carrera de ciencias políticas.
Con el diploma de licenciado en sus manos dejó  el frío valle del Ávila, lar de su gran ascendiente, y  regresó a Ciudad Bolívar para ocupar la máxima autoridad del  Colegio donde había aprendido gramática y latinidad.  Eso ocurrió en 1849, favorecido por la corriente de los Monagas en el Poder, muy bien representada en Guayana  por Emeterio Emazábel, José Tomás Machado, José Miguel Lagrave y Biviano Vidal, quienes gobernaron la provincia durante ese tiempo.
El flamante licenciado Ramón Isidro Montes Cornieles retornó a su patria chica,  Ciudad Bolívar en 1849, un año antes de la primera promoción de bachilleres. De manera que bajo su rectorado en 1850 se graduaron de bachiller en filosofía los estudiantes: Francisco Díaz, Enrique Volastero, Luis Alcalá, José Gabriel Alcalá, José Afanador, Juan Martín Montes y Julián García.  También bajo su rectorado se registró en 1852 la segunda promoción integrada por Eugenio María León, Antonio José Soublette, Carlos Salom, Luciano Zuera y Esteban Jesús Montes.
El lapso de su rectorado duró hasta 1854, en el curso del cual creó la cátedra de Literatura, fundó la escuela primaria nocturna para obreros y artesanos y amparado por el decreto legislativo del 26 de marzo de 1852, promulgado por el Presidente José Gregorio Monagas, estableció las cátedras de Derecho, dictada por él y de Medicina, sostenida gratuitamente  por Luis Plassard, médico francés recién llegado de la colonia Tovar, quien se casó en Angostura y vivió en ella hasta su muerte en 1890.
Dada la situación política conflictiva por el retorno de José Tadeo Monagas a la Presidencia de la República, al cual fueron opuestos los conservadores, Ramón Isidro Montes decidió regresar a Caracas entusiasmado por el educador e ingeniero Manuel María Urbaneja, profesor y director de la Academia de Matemáticas,  para fundar un Colegio privado, al cual le pusieron el nombre de “Santo Tomás” y le anexaron una escuela nocturna para artesanos, similar a la de Ciudad Bolívar.
Con el fin de seguir en el poder, José Tadeo Monagas hizo que el Congreso revisara la Constitución de 1830 y promulgara la de 1857 que permitía su reelección  y extendía a 6 años el período presidencial.  Los conservadores hicieron causa común con los liberales, propiciaron en marzo de 1858 su derrocamiento con la insurrección de Julián Castro, gobernador de Carabobo.  Guayana siguió el movimiento y fueron defenestrados los deudos del Presidente Monagas que ejercían cargos en la capital.  El gobierno de facto convocó a la llamada Convención Nacional de Valencia (julio-diciembre de 1858) y concurrieron como representantes por Guayana el Pbro. Carlos Machado y el Lcdo. Ramón Isidro Montes, quien al año siguiente fue nombrado profesor del Colegio Nacional de   Carabobo, permaneciendo allí en ejercicio de la docencia hasta el triunfo de la Guerra Federal  (1863) cuando decidió volver a Ciudad Bolívar.
La Asamblea  de diputados que declaró  la Provincia de Guayana Estado Soberano Federal, designó a Pedro Cova,  doctor Francisco Padrón, Lcdo. Ramón Isidro Montes, Hilarión Gambús y Elías Calderón como representantes a la Asamblea Nacional Constituyente de la Federación, pero el 24 de diciembre cuando se instaló, no fueron admitidos y en la sesión del 29 la Asamblea Constituyente declaró nulas las elecciones de Guayana dando lugar a una situación política conflictiva.  Se trataba en el fondo una retaliación política porque Guayana bajo el mandato de Juan Bautista Dalla Costa no se plegó a la Guerra Federal sino que asumió una posición neutral, lo que le valió una estabilidad propicia para su desarrollo social y económico.
No pudiendo representar a Guayana en la Asamblea Constituyente, Ramón Isidro Montes regresó a Ciudad Bolívar y la Asamblea Legislativa  lo eligió junto con José Miguel Núñez,  en el cargo de Designado para sustituir eventualmente al Presidente del Estado, general José María Frontado. 
En las elecciones de 1866 para Congreso de la República, junto con el canónigo Leandro Aristeguieta, el Lcdo. R. I. Montes fue electo senador por Guayana.  Estuvo un año y luego vino a  asumir la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, cargo que desempeñaba desde 1863 y que ejerció durante  ocho años (1863-1871), al cabo de los cuales fundó una Escuela Hogar.
Debemos resaltar que en 1867, Juan Bautista Dalla Costa Soublette, entonces presidente del Estado, había nombrado una Junta que se ocuparía de arbitrar fondos dirigidos a honrar la memoria del Padre de la Patria, erigiéndole una estatua de bronce y para la cual R. I Montes colaboró con 40 pesos.  La estatua, pedestre, la primera erigida al Libertador en Venezuela, es similar a la de Bogotá.  Fue inaugurada el 28 de octubre de 1869 y tocó a R. I. Montes pronunciar el discurso de orden en la que era entonces la Plaza Mayor de Angostura.
Para los años setenta la calle Libertad era de piedra con una canal en el centro por donde corrían hasta el río las aguas de lluvia y sobre un terreno accidentado casi haciendo esquina con la calle Amor Patrio, los Montes tenían su casa de dos niveles y  ventanales tipo andaluz hacia la calle.  Allí había nacido su primer hijo Ramón Isidro Montes Calderón, a cuya graduación como bachiller en filosofía asistió el 12 de septiembre de 1872.  Entonces era Rector del Colegio el sacerdote doctor Luís María Luzardo, ascendiente del actual Arzobispo de la ciudad.
Ramón Isidro Montes, quien era casado con Clarisa Calderón, vivía en la parte alta con la familia  y en el nivel inferior instaló un Internado para estudiantes venidos del interior de Guayana y de otros estados, como en el caso de Félix Rafael Páez, cuyo nombre ostenta el Hospital Universitario de la ciudad, y Juan Manuel García Parra.  Ambos salieron del Internado directo para el Colegio Nacional, donde se graduaron de bachiller y siguieron allí la carrera de medicina.  Este Manuel García Parra era hermano del músico Luis García Parra, padre del Maestro Jesús Soto.
Los internos se integraban de tal manera a la familia que se sentían obligados a tomar parte en la actividad hogareña.  No había distinciones entre ellos y los hijos del matrimonio y a la hora de la comida se sentaban  a la mesa del Rector, quien junto con su esposa vigilaba y orientaba sus modales. En la Escuela Hogar el doctor Montes organizaba frecuentemente veladas literario - musicales y se iba los sábados bien temprano de excursión con los internos  para prácticas de equitación, natación, conocimiento de la topografía de la ciudad y realizar observaciones sobre la flora y fauna del entorno capitalino.
A esta altura, tanto el Gobierno Nacional como el Regional comenzaron a reconocer la obra pedagógica de Ramón Isidro Montes concediéndole en 1875 una Medalla de Oro la Asamblea Legislativa  más el Busto del Libertador y la Medalla de Instrucción el Gobierno Nacional.  Siguiendo el curso de los homenajes se colocó un retrato suyo en el salón de actos académicos del Colegio de Guayana y que hoy debería estar en todas las universidades del Estado.
En 1876, el Licenciado Ramón Isidro Montes fue llamado para asumir por segunda vez el Rectorado del Colegio Nacional de Guayana en sustitución del Pbro. José María Luzardo, quien llevaba cuatro años en el Rectorado luego de haber renunciado a ser obispo de la Diócesis de Mérida.
R. I. Montes permaneció en el Rectorado durante nueve años, tiempo durante el cual reanudó las carreras medias de medicina y ciencias políticas, creando además la de agrimensores públicos y maestros de instrucción, gracias al decreto del 24 de julio de 1880 dictado por el Presidente de la República Antonio Guzmán Blanco que ascendía al Colegio Nacional de Guayana, primero, a instituto de primer orden y un año después al rango de Primera Categoría.
Un acontecimiento muy importante se registra en Ciudad Bolívar el 5 de marzo de 1883, es inaugurado el Teatro Bolívar y tocó al Rector R. I. Montes, uno de sus principales propulsores junto con  el doctor en farmacia  José Félix Armas, pronunciar el discurso alusivo.  Entonces dijo: “Señores, el edificio que inauguramos no es sino el templo de la poesía y de la música.  Así como es necesario erigir altares para rendir en ellos el culto al Dios verdadero, tal como se impone a la razón humana por medio de la revelación, así también es necesario erigir templos para rendir culto a ese mismo dios en una de sus manifestaciones que es bien de lo bello.  No sólo de pan vive el hombre.  El sentimiento de lo bello es un verdadero pasto espiritual, es pan del alma”.
Era el año del primer centenario del natalicio del Libertador y en esa ocasión escribió este soneto recitado por el alumno Pedro Belisario en el acto conmemorativo realizado en el Colegio  Federal el 24 de julio:  ¨ Pobre esclavo el mundo americano /  gime en silencio al peso de sus penas / doradas por escarnio las cadenas / que humedecen sus lágrimas en vano / Allá de España el León se irgue  ufano / señoreando el poder de sus almenas / ve sus sangrientas garras de oro llenas / Y ríe la codicia del tirano / América infeliz ruega al Potente / contra el déspota cruel sus rayos vibre / la suerte cambie en que gimiendo yace / Al cielo va la súplica ferviente / Y dijo Dios: “América libre”/ Los reyes tiemblan y Bolívar nace ¨
Su hijo José Félix Montes, quien siguió su camino de abogado, profesor universitario, político y escritor, recopiló los escritos de su padre en el volumen ¨ Ensayos poéticos y literarios ¨ con prólogo de Julio Calcaño, quien había sido su alumno.
Como pedagogo, Ramón Isidro Montes, escribió  Gramática Castellana, autorizada por la Academia de la Lengua y  Tratado de Aritmética Razonada, adoptada por planteles de educación fuera y dentro del país.  Asimismo, Compendio de Métrica en colaboración con el Prof. Simón Camejo.
Cultivó la historia novelada, de lo cual es buen ejemplo su libro “Boves, leyenda venezolana” y escribió poesía desde la edad de 19 años, poesía representativa del romanticismo iniciado en Venezuela con José Antonio Maitín y Abigail Lozano.
El 17 de marzo de 1896, los senadores del Estado Bolívar, respaldados por los de Carabobo y otros estados, presentaron a la cámara un proyecto de decreto elevando al rango formal de Universidad al Colegio de Primera Categoría de Ciudad Bolívar y tuvo aceptación favorable en la sesión de ese día y en las del 20, 23 y  24 cuando fue aprobado y pasado a la Cámara de Diputados donde le dieron las tres discusiones reglamentarias antes de ser definitivamente sancionado.
La Universidad de Guayana quedó creada por ley del Congreso de la República del 16 de abril de 1896 que promulgó el Presidente de la República, Joaquín Crespo y refrendó el Ministro de Instrucción Pública,  médico y profesor universitario, Federico R. Chirinos, el 5 de mayo de ese año.  Para entonces era Rector del Colegio, el doctor José María Emazábel. El Licenciado Ramón Isidro Montes se había separado del rectorado en 1885 por quebrantos que lo llevaron a la muerte el  10 de junio de 1889.  No se cumplió su desiderátum de ver al Colegio convertido formal y legalmente en una Universidad.  Pero está bien que así haya sido porque su decepción en vida habría roto todos los moldes de su temple, dado que la Universidad de Guayana como tal, apenas permaneció cinco años, al cabo de los cuales el autócrata Cipriano Castro la liquidó de un sólo plumazo porque su gobierno requería el presupuesto de su sostenimiento como el de otros establecimientos superiores del país, para alimentar los ingentes gastos de la guerra, no contra países invasores, sino contra los venezolanos que lo ad -versaban colmados de indignación por su estilo de gobernar en perjuicio de los más sagrados derechos y libertades ciudadanas.
Hubo de transcurrir  más de ochenta años para que la ciudad retornara a los fueros universitarios.  Hoy podríamos decir, gracias a la democracia instaurada a partir de 1958, que Guayana toda respira plenamente el oxígeno de la educación del tercer y cuarto nivel y Ciudad Bolívar, particularmente, estudia en universidades públicas y privadas como esta de ustedes enaltecida con el nombre del Gran Mariscal de Ayacucho y que despide regocijada una de sus promociones múltiples más numerosas.





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