CONFERENCIA SOBRE “GUAYANA EN VÍSPERA DEL 19 DE ABRIL DE 1810” DICTADA POR AMÉRICO FERNÁNDEZ EN LA UNIVERSIDAD DE GUAYANA ACTO INICIAL DE LA VI JORNADAS DE INVESTIGACIÓN INSTITUCIONAL
Señoras
y señores:
Gracias
por la deferencia, por distinguirme para que sea la persona que inicie con una
conferencia la VI Jornada
de investigación de la Universidad Nacional
Experimental de Guayana.
El coordinador general de estas jornadas, doctor Alexander Manzutti me
ha sugerido disertar sobre “Guayana en víspera del 19 de abril de 1810”. Es decir, cómo era esta región que habitamos
en aquel tiempo en que los criollos nativos y residentes del Valle del Ávila
aprovecharon la coyuntura de la invasión francesa a España para reaccionar como
lo hicieron en acto que ya es parte sustancial de nuestra historia de pueblo
libre de ataduras coloniales.
Venezuela entonces estaba dividida
geopolíticamente en diez provincias y Guayana como tal era la más reciente,
pero territorialmente la más extensa, creo que la mitad o un poco más de la
mitad de lo que es hoy Venezuela.
Oficialmente la provincia de Guayana
existía como tal desde el 23 de abril de 1593 que el primer gobernador, el
segoviano Antonio de Berrío hizo clavar la Cruz, símbolo de su religión y del rito de
posesión, en predios del Cacique Morequito, donde fueron levantados los
Castillos el Padrastro y San Francisco, por fortuna, únicas reliquias que han
perdurado desde aquel tiempo.
La Provincia de Guayana se dividía a su vez en una
ciudad única, villas, pueblos y misiones.
La única ciudad existente como corazón de ese inmenso territorio
selvático lleno de ríos, era Santo Tomás de la Guayana en la Angostura del Orinoco,
capital, cabecera de toda la provincia que hasta 1764 había sido ciudad
portátil, peregrina, que andaba de un lugar a otro en busca de una estabilidad que
parecía imposible ante el acoso constante de corsarios y piratas de países
enemigos de España, ya en su lugar de
origen un poco más abajo de las Bocas del Caroni, más abajo todavía en el
vértice del Delta o más arriba del Caroní donde hoy se encuentra la Siderúrgica del
Orinoco. Nuevamente de vuelta a su sitio
de origen hasta que después de la expedición de límites, José Iturriaga y José
Solano recomendaron al Rey Carlos III que la reubicara en la parte más angosta
del Orinoco medio dominada por pendientes ideales para emplazamiento de
artillerías defensivas.
Así ocurrió y la Capital de la Provincia pudo lograr su
estabilidad y servir de plataforma urbana administrativa y política para hacer
de Guayana una provincia apta para la colonización.
Pues bien, para la víspera del 19 de
abril de 1810, en la provincia de Guayana había una ciudad única, Angostura, el
resto de las poblaciones se constreñía a
la Villa de San
Antonio de Upata, la Villa
de Caicara del Orinoco, Villa La
Esmeralda, Villa Borbón, Villa Carolina y a los pueblos de Santa
Rosa de Marhuanta, Santa Teresa de Orocopiche, Casacoima, Tapaquire, Sacupana,
San Luis del Caura, Barceloneta, entre otros, y 31 Misiones que se extendía desde el Caroni
hasta Nuestra Señora de Belén de Tumeremo que fue la última en ser creada en
tiempos del gobernador Miguel Marmión.
Estas Misiones estaban administradas
por Prefectos misioneros y autoridades indígenas escogidas por los propios
prefectos. Disponían de un Tesorero común y un Procurador
que compraba las mercancías necesarias para todo el pueblo. Contaban además
para su sostenimiento con prósperos
hatos ganaderos, labranzas, forjas y un ingenio azucarero que abastecía a todas
las misiones. Su población era de unos
25 mil indígenas entre guayanos y pariagotos fundamentalmente.
Las
Villas estaban gobernadas por un Teniente de Justicia Mayor nombrado por el
Gobernador de la provincia para un período de dos años. Estas villas tenían una población mixta, españoles
e indios, que oscilaba entre los 100 y
200 habitantes.
Angostura, capital de la
provincia, era una ciudad con apenas siete calles y dos barrios. Calles cortas
paralelas al río y escasamente pobladas. Las más largas eran el hoy Paseo
Orinoco y calle Venezuela. Casas de piedra o mampostería, altas y agradables,
empinadas frente a un río impresionante en tiempo de aguas altas, surcado por
curiaras, piraguas, goletas y bergantines que alborotaban a los caimanes y
toninas. Humboldt que había estado diez años antes habla de seis mil habitantes
y de unas nubes de mosquitos que despegaban desde la Laguna (El Porvenir) y de
periódicas fiebres malignas que se aplacaban con preparados de miel y extracto
de quina de las Misiones del Caroní
En
la ciudad de Angostura despachaba el Gobernador de la provincia, José Felipe de
Inciarte Sánchez, de origen vasco, instalado desde 1797, lo que quiere decir
que para 1810 llevaba 13 años gobernando aún cuando el período establecido era
de cinco años. Esto es debido al interés
que tenía la Corona
de poblar las costas del Bajo Orinoco desde Barima hasta el Esequibo, plan trazado para frenar la presencia de franceses,
portugueses y holandeses. Inciarte era
el oficial español que mejor conocía la situación, puesto que la había
estudiado y recorrido desde mucho antes
de ser gobernador. Por otra parte,
estaba encargado de secularizar las misiones de los capuchinos catalanes
conforme a real cédula del 7 de septiembre de 1797, es decir, el traspaso de la
administración de los hatos y la entrega al obispado de los poblados con más de
15 años de fundado.
En Angostura, además del
Gobernador como autoridad superior de toda la provincia, gobernaba el
Ayuntamiento integrado por dos Alcaldes y siete regidores que el primero de
enero de ese año 1810 a través de
elecciones había nombrado primer Alcalde a José Fernández de Heres, padre de
Tomás de Heres, quien entonces contaba 15 años y se hallaba en Caracas
estudiando en el seminario Santa Rosa de Lima, base de nuestra actual UCV y segundo
Alcalde a Juan Crisóstomo Roscio, hermano de
Germán Roscio, miembro de la Junta
Suprema de Caracas.
El jefe o comandante de la Guarnición era el
Capitán Andrés de la Rua
y el de la Milicia Agustín
Constasti, ambos peninsulares.
El Obispo de la Diócesis era José Bentura
Cabello. La Diócesis de Guayana que
había sido creada por el Papa Pío VI abarcaba además de Guayana todo el
Oriente, es decir hasta Margarita y Coche.
La Catedral
aún no estaba concluida. Los oficios
religiosos se realizaban en una improvisada capilla al lado de la sede de la Diócesis.
La rueda aún no había
llegado a Guayana como medio de transporte.
Los únicos medios de transporte eran el barco, la curiara, el caballo y
la mula. El carro mato, transporte
inmediato de rueda tirado por bueyes y caballos llegaría después. Sólo caminos
y trillas había para viajar de Angostura al interior de Guayana, se utilizaban
tres vías: la del Paso de Guri que se tenía como la más directa; la de Caruachi, utilizada por Piar para conquistar
las Misiones, y la de Puerto de Tablas,
la más común luego de una travesía en barco por el Orinoco.
Guri, a unos setenta kilómetros sur de la
desembocadura del Caroní, era mejor atravesarlo en tiempo de aguas bajas que se
reducía la distancia entre una orilla y otra porque durante el invierno la zona
de travesía desde los embarcaderos era muy ancha. Allí el cruce, antes del uso
de la chalana, se hacía en un bongo donde no cabían más de diez personas, más
las bestias que iban a nado amarradas a los bordes de la embarcación.
Las
bestias siempre
llegaban agotadas y había que dejarlas descansar antes de ensillarlas.
Un paro
de respiro casi siempre seguro era en el Hato Araciana, el más
inmediato al embarcadero de Guri, luego se reanudaba la jornada a pie, a
caballo o en mulas.
Realizar el viaje desde
Angostura implicaba en primera fase tomar una embarcación que tardaba hasta
quince horas en llegar a Puerto de Tablas.
Aquí el viajero pernoctaba o pasaba el resto del día hasta conseguir bestias
para proseguir hasta Upata. En menos de dos días, después de atravesar valles y
montañas y el pueblo de San Félix que entonces estaba bastante retirado, se
llegaba a la apacible villa del Yocoima.
De aquí continuaba el viaje hasta la Misión de la Pastora, tardando menos de tres días, igualmente
en bestias. El río Yuruari se pasaba en curiara y las bestias a nado.
El ir hasta Guasipati o
Tumeemo navegando el Orinoco hasta Puerto de Tablas resultaba menos penoso que
ir en bestias hasta Caruachi o hasta el Paso de Guri.
Se iba a San Fernando,
Barinas y Santo Domingo por el eje Orinoco Apure. A Caracas por vía fluvial y marítima y a
Bogotá por el Orinoco y el Meta. La vida de la ciudad era apacible en términos
generales pero bulliciosos en el puerto y pugnaz muchas veces a nivel político.
Las autoridades, como ya dijimos, se
circunscribían a un Gobernador, un Comandante de Armas y un Ayuntamiento que a
excepción de lo militar tenía incumbencia directa en la justicia, ornato, aseo,
salubridad y policía.
Socialmente, los blancos
peninsulares formaban la clase alta, eran los dueños de las tierras, amos de
los esclavos. A ellos estaban reservados
los puestos en el Gobierno, el Ejército, la Hacienda, el comercio y el sacerdocio. Los criollos blancos de padres peninsulares
podían desempeñar cargos de regidores y alcaldes, puestos subalternos en el
comercio, el ejército y el sacerdocio. Los pardos
pertenecían a la clase trabajadora -obreros y artesanos.
La economía de Guayana prácticamente era una economía de subsistencia,
era poco lo que exportaba, si acaso el cacao traído desde la villa de La Esmeralda y el Tabaco
desde la villa de Upata. La falta de un
libre comercio por el que tanto abogó Centurión, alimentaba el contrabando
surtido por los holandeses y favorecido por indios del Bajo Orinoco.
La Provincia de Guayana era muy poco o nada lo que
aportaba a la Hacienda Real
debido a su extenso territorio y escasas
población y producción económica. La Hacienda provincial
apenas se nutría de los impuestos por Derecho de Alcabala (venta y reventa de
muebles e inmuebles) y Derecho de estancos (monopolios reservados al gobierno
como el del guarapo y el tabaco).
Entonces la provincia de Guayana abarcaba en una sola unidad territorial
lo que son hoy los estados Bolívar, Amazonas, Delta Amacuro y parte de la Guayana inglesa, en suma,
un poco más de la mitad del territorio venezolano. La mayoría de su población, 6.600 habitantes,
sin incluir la población indígena y esclava, estaba concentrada en su capital, Santo Tomás
de la Angostura
del Orinoco.
La dinámica de la economía de Guayana
transcurría en función de la satisfacción de las necesidades internas basada en
una agricultura tradicional de la cual salía la yuca para la fábrica del casabe, el maíz para la arepa,
el algodón para los tejidos, la palma para la cestería y confección de
chinchorros, la caña dulce para la fábrica del papelón y el aguardiente,
complementado todo esto con la caza, la pesca, la avicultura doméstica y una ganadería floreciente gracias a la bondad
de tierras vírgenes administradas por las misiones religiosas.
Desde 1777 la provincia de Guayana se hallaba incorporada a la unidad
territorial de la
Capitanía General de Venezuela que tenía su asiento en
Caracas dada su condición metropolitana.
Para ese año de 1810, el Capitán General era el mariscal de campo
Vicente Emparán, quien había sido Gobernador de la provincia de Nueva
Andalucía.
Vicente Emparán podríamos decir que era un Capitán de emergencia que no
había sido nombrado por el Rey de España sino por una Junta Central que hacía
las veces del Rey Fernando VII, destronado y preso en Bayona tras la invasión
napoleónica.
El origen de la titularidad de Emparán en virtud de lo que estaba
ocurriendo en España indispuso el orgullo patriota de los blancos criollos que
de alguna manera querían irrumpir para imponer una situación de hecho que les
permitiera cierto grado de soberanía.
Eso en el primer intento no fue posible, pero sí cuando se obtuvieron
noticias ciertas de que la
Junta Central se había disuelto y surgido una fuerza de
resistencia nominada Junta de Regencia. Algo parecido se constituyó en el seno
del Ayuntamiento caraqueño luego que el Capitán Vicente Emparán fue obligado a
renunciar ante un Cabildo abierto desde la sala capitular del consistorio hasta
la Plaza Mayor
tomada por unos diez mil caraqueños. Se llamó Junta Suprema de Caracas,
integrada por 23 miembros con la novedosa representación de los criollos, los
pardos y el sacerdocio eclesiástico. Fue secundada esta Junta por las demás
provincias de la Capitanía General,
a excepción de Coro y Maracaibo. Las provincias, incluyendo a Guayana, imitaron
el ejemplo de Caracas formando juntas gubernativas. Pero en Guayana eso no
ocurrió sino en mayo de ese año por lo tardío de las comunicaciones.
Pero el apoyo de Guayana a la Junta Suprema no duró sino 12
días porque acá como en
Coro y Maracaibo también había una clase de blancos peninsulares, o
descendientes de ellos, muy fuerte.
Pues como vemos, el 19 de
Abril de 1810 repercutió tardíamente en Guayana, toda vez que no fue sino 32 días después, 21 de mayo,
cuando el licenciado Ramón García Cádiz, delegado de la Junta Suprema,
informó sobre los sucesos y pidió que Guayana secundara a Caracas.
El Ayuntamiento
angostureño pasó de inmediato a considerar el tema coincidencialmente
favorecida la situación patrióticamente
anhelada, por una serie de circunstancias, entre ellas, el descontento que
existía por la administración anquilosada del Gobernador don José Felipe
Inciarte Sánchez.
Se eligió una Junta provincial
integrada por el doctor Nicolás Martínez, Carlos Godoy, José Maya, Andrés de la Rúa, Manuel Moreno, Francisco
Luis de Vergara, Francisco Rávago, el abogado Félix Farrera, Matías Farrera y
Juan Vicente Cardozo. El gobernador Felipe Inciarte y el Comandante de la Guarnición Andrés
de la Rúa
renunciaron y la Junta
designó al doctor Félix Farrera, Intendente de la Provincia y al Capitán
Matías Farrera, su hermano, como jefe de la guarnición.
A los 9 días, justo el
primero de junio, llegaron noticias de España a conocimiento del Obispo de la Diócesis, José Bentura
Cabello, según las cuales se había instalado el Consejo de Regencia en Cádiz en
sustitución de la Junta
Central que había sido dispersada y disuelta debido al empuje
de las fuerzas francesas. En consecuencia las provincias debían mantenerse
fieles al Consejo y no a la
Junta Suprema de Caracas. No todos los miembros del
Ayuntamiento estuvieron de acuerdo, pero sí la mayoría, especialmente el sector
militar controlado por peninsulares, por lo que la Junta provisional terminó
disolviéndose 2 días después, para dar nuevamente lugar a las autoridades
designadas en las elecciones de enero y proceder a la elección de una Junta de
gobierno.
No
obstante, quienes eran partidarios de secundar a la Junta Suprema de
Caracas, entre ellos, los blancos criollos Juan Crisóstomo Roscio, Agustín
Contasti, y sus hijos Agustín, Ramón y Orocio, Eusebio Afanador, José Tomás
Machado, José Vicente Cardozo, Manuel Moreno, Manuel Maneiro y Francisco Yánez
continuaron trabajando junto con el licenciado Ramón García Cádiz. El trabajo
político de este grupo fue considerado como inconveniente y peligroso para la
estabilidad de las autoridades españolas, por lo que se dispuso reducirlo a
prisión y desterrar a los cabecillas.
El capitán de navíos José
Tomás Machado, cuyo nombre lleva el Comando de la Armada del Orinoco,
escribiría más tarde que él junto con quienes dirigían el movimiento de
adhesión a la Junta
Suprema de Caracas, fue reducido a los más inmundos calabozos
y cargados con grillos y cadenas por el Brigadier Gobernador Matías Farreras.
De todos los comprometidos, sólo pudieron escapar de la detención el
angostureño Juan Vicente Cardozo y los margariteños radicados en Angostura
Manuel Maneiro y Manuel Moreno, pariente de Joaquín Moreno de Mendoza, fundador
de la ciudad.
Juan Crisóstomo Roscio,
enviado a la prisión de Puerto Cabello, fue fusilado el 24 de junio de 1813; el
caraqueño Ramón García Cádiz, desde entonces radicado en Angostura se fugó de
la prisión. Igualmente el angostureño José Tomás Machado, quien se incorporaría
en 1812 a las fuerzas de González Moreno dispuesta desde Caracas para intentar
retomar la provincia de Guayana.
La provincia de Guayana
se mantuvo a partir de allí fiel a la
Corona, por eso no aparece representada en el Congreso
Constituyente de 1811 que proclamó la Independencia de Venezuela y sancionó la primera
constitución (Constitución Federalista) de la República. Fiel a la Corona hasta 1817 cuando
tras la batalla de San Félix y posterior rendición de Angostura y los Castillos
de Guayana, quedaron arriados para siempre los pendones de Castilla. Angostura
se convirtió entonces en asiento de los Poderes Supremos del tercer período de la República y de aquí el
Libertador emprendió su campaña militar hasta el altiplano, logrando la
independencia de Venezuela y de los demás países que hasta 1830 integraron la Gran Colombia.
La provincia de Guayana
quedó reivindicada para las fuerzas republicanas en 1817, tras una campaña de
siete meses (La Campaña
de Guayana) iniciado por el General Manuel Piar tras su victoria en la Batalla del Juncal a
cuatro leguas de Barcelona (28 de septiembre de 1816).
La Campaña de Guayana no estaba prevista en los
planes de Bolívar por ser decididamente
partidario de que todo el Ejército reunido en un sólo cuerpo debía primero
obrar sobre los llanos hasta
Caracas. Pero Piar fue tercamente
contrario.
En carta enviada por
Bolívar a Piar le decía que la salvación de la Patria dependía de la
reunión de todas las fuerzas patriotas entonces diseminadas y separadas por
grandes distancias.
Aducía el Libertador que
toda operación parcial, aun siendo feliz, no produciría sino ventajas efímeras
con consecuencias muy funestas y desgraciadas. Que los españoles reunían sus
fuerzas y era preciso oponerles fuerzas iguales. Argumentaba además que
pequeñas divisiones no podían ejecutar grandes planes y que la dispersión “de
nuestros ejércitos, sin sernos útil, puede hacer perecer la República”.
Piar no quedó convencido
y se aferró a Guayana visionando estratégicamente que la salvación de la República dependía de
conservar y atrincherarse en esta provincia llena de selvas y de ríos, pero
también de recursos para sostener con éxito, como felizmente ocurrió, la guerra de la emancipación iniciada con el
19 de abril de 1810.
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