domingo, 4 de mayo de 2014

INCENDIO Y CONVERSION DEL CINE AMERICA



DISCURSO PRONUNCIADO POR AMÉRICO FERNÁNDEZ EL DÍA EN QUE FUE INAUGURADA LA RECUPERACIÓN  Y CONVERSIÓN EN CENTRO COMERCIAL EL INMUEBLE DONDE FUNCIONO DESDE PRINCIPIOS   DEL SIGLO    VEINTE    EL  CINE   AMÉRICA.
         Es realmente encomiable el esfuerzo económico y arquitectónico por recuperar de cierto modo este inmueble de vieja data dentro de los límites del centro urbano de la ciudad.
         A la vista está  que la inversión ha sido cuantiosa y demorada porque se realizó una intervención de filigrana intentando de integrar el estilo antiguo con lo moderno.
         Una cosa es la arquitectura de alto contraste como la que irreverentemente está imponiendo el Grupo del arquitecto Óscar Tenreiro ejecutando un proyecto de Teatro totalmente moderno  adosado a un edificio del Siglo XIX,  el del ingeniero polaco venezolano Alberto Lutowski en la Plaza Miranda, que la arquitectura integrada donde se asume el estilo existente  y se trata en la medida de lo posible de combinar materiales del pasado con los modernos para como en este caso del antiguo edificio del Cine América, no romper bruscamente con el pasado, pero también por adecuación de usos.  Obviamente que lo ideal y puramente histórico habría sido recuperar el inmueble con todas las características arquitectónicas de técnica y estilo decimononas para que la memoria del pasado se conserve relativamente intacta como valor histórico y atractivo  turístico.  Finalmente como patrimonio cultural de nuestros ancestros, propósito este último del equipo multidisciplinario que con la contribución del Instituto de Cooperación Iberoamericana hizo los estudios dirigidos a la revitalización integral del centro histórico de Ciudad Bolívar, culminado con la Ordenanza protectora sancionada por el Concejo Municipal  el 14 de mayo de 1987 y terriblemente inobservada durante los últimos años.
         Del incendio accidental, o intencional, nunca se sapo, que arruinó la estructura de este antiguo edificio de galería porticada de dos niveles construido con piedra y mezcla mulata y que sirvió  de aduana y residencia en la Angostura del Siglo XIX, muy poco se salvó y lo que pudo salvarse aquí quedó restaurado e integrado.
         En este inmueble de los primigenios tiempos de la ciudad de Angostura vuelto escombros y cenizas,  se aplicó el profesionalismo  de la ingeniería y arquitectura para este resultado donde la huella del tiempo presente trata de manera simbiótica encontrarse con el pasado.  
         Cuando el señor Alfonso Miraglia, uno de los inversionistas, me invitó para conocer la obra que esta noche abre sus puertas con la solemnidad de la satisfacción, la asocié, suerte de automatismo psíquico, con los interiores del Museo de Arte Moderno Jesús Soto y preguntándome por qué, encontraba que era en realidad la forma como se había dispuesto el uso y aprovechamiento del espacio.
         A Carlos Raúl Villanueva, uno de los más relevantes arquitectos de nuestro tiempo,  proyectista del Museo Jesús Soto, se le deben grandes realizaciones como la Ciudad Universitaria de Caracas, en las que el sentido del espacio como ámbito vital, va unido a un concepto claro y noble de las formas constructivas.  Esto seguramente que lo asumieron los arquitectos de este proyecto de recuperación y transformación del antiguo edificio del Cine América.
         Indudablemente que estamos ante una obra actual, moderna, que respeta las formas estructurales básicas del pasado y cuyos artífices no han sido mezquinos en aprovechar algunos elementos como las columnas de fuste estriado y rejas de hierro forjado.
         Las vigas de madera aunque en su totalidad no son las mismas, se mantienen.  Las originales requemadas por el incendio fueron dignificadas esculturalmente por el artista Ramón Antonio Morales y se levantan como sentencia admonitoria frente al Teatro inconcluso de Oscar Tenreiro en la Plaza Miranda.  Ningún lugar más propicio porque aunque requemadas, son maderos que abrigaron las artes escénicas del noble, antiguo y desparecido Cine América, el primero de Ciudad Bolívar, inaugurado en 1914 cuando universalmente la cinematografía daba sus primeros pasos. .
         En realidad, el Cine América desapareció como desaparecieron  todos los cines en Ciudad Bolívar el día en que  comenzaron a llegar a nuestros hogares los aparatos de videos.  Resultaba para la familia más cómodo, práctico y barato ver las películas en el televisor que ir a una pública sala de cine algunas veces con el riego que supone hacerlo hoy cuando el delito contra la persona y sus bienes está a la vuelta de la esquina.
         Desaparecido el cine propiamente, lo que había quedado era el noble cascarón, un edificio enervado por el tiempo y al final consumido por las llamas generando esa sensación de dolor y vacío tan natural en los pueblos que se apegan a las cosas que sienten como suyas y el edificio del Cine América de verdad que así lo sentía el pueblo, era un patrimonio cultural de los bolivarenses porque, aparte de su antigüedad y estilo combinado con una técnica y un material de construcción característicos de una época, bajo su alero, bajo su techo en general, transcurrieron los más exquisitos y sorprendentes episodios entre los parroquianos que venían a recrearse  no solamente con las películas, sino también con obras teatrales, conciertos, danzas y hasta lucha grecorromana y boxeo se escenificaron en el Cine América, marcadamente durante la primera mitad del siglo veinte cuando la eterna capital de la provincia de Guayana era otra y recalaban a su puerto los más variados veleros y barcos de vapor.
         Eran otros días, tiempos de la ciudad señorial y bucólica, cuando se iba al cine con sombrero y corbata y se exhibían otros modales de urbanidad y civismo.  No existían los buhoneros que hoy invaden nuestras calles y contaminan el ambiente ofendiendo el paisaje físico y natural de la ciudad, de esta ciudad cuyo centro paradójicamente queremos postular como patrimonio cultural de la humanidad.
         El Cine América fue el primer establecimiento de su tipo instalado en la ciudad el 22 de abril de 1914, gracias al espíritu empresarial de los socios José Inés Velásquez y Amalia Sebastián Domingo de Golía, ambos españoles,  que además explotaban otros ramos mercantiles.  La sala cinematográfica se estrenó con la película silente “Los últimos días de Pompeya”  Como todos sabemos, Pompeya fue una ciudad italiana sepultada en el año 70 por las bocanadas de fuego del Vesubio.  Por superstición cualquiera diría que la película marcó el destino del Cine América, pues también éste tuvo sus últimos días bajo las llamas volcánicas del fatalismo.
         Durante diecisiete años, es decir, desde 1914 a 1931, el Cine América estuvo entreteniendo a los bolivarenses con películas silentes en cuyo curso operativamente interrumpido actuaban desde el proscenio grupos orquestales integrados por connotados músicos de la época como Nicanor Santamaría,  Rodolfo Mogollón, Juan Requesens, Fitzí Miranda, Tiburcio Guevara, Delfín Rodríguez entre otros.
         En junio de 1931 fue la gran novedad del sonido. El Cine América lo inaugura la novedad del cine parlante con la película “Héroes de última hora”    El cine parlante venía alternándose desde entonces con los filmes silentes. Es después de la muerte del Dictador Juan Vicente  Gómez cuando el Cine sonoro comienza a desplazar gradualmente a su antecesor. Por ese tiempo, 1937, se rueda en Venezuela Taboga, mediometraje dirigido y filmado por Aníbal Rivero y Eduardo Ascanio. Para entonces, el cine mexicano inicia su periplo de penetración en Venezuela hasta consolidarse en los años cuarenta con películas de renombre que llegaban a los cines de Ciudad Bolívar, como María Candelaria, con dirección y actuación del Indio Fernández; Flor Silvestre, Río Escondido, La Red y que hicieron populares los nombres de María Félix, Dolores del Río y Pedro Armendáriz.
         La película mexicana Rancho Grande, entusiasma a los bolivarenses y hace que Joaquín Echeverría hijo, empresario entonces de espectáculos públicos, contrate a su protagonista Tito Guizar, quien se hallaba en Caracas, cumpliendo unos compromisos, para que vengan en persona a presentarse en la ciudad. El 18 de septiembre de 1941 difícilmente quedan los bolivarenses en casa. Todos querían ver a Tito Guizar.
         Para ese año, quien pintaba los afiches y cartelones del Cine América era  Jesús Soto, sí, Jesús Soto, nacido en el Barrio Santa Ana muy cerca de otro cine pintoresco, el Cine Mundial.  Desde aquí, desde este sitio del Cine América podemos decir que  Soto emprendió su vuelo hacia la fama como maestro del cinetismo y pionero del arte óptico universal.  Los portales del Cine América también sirvieron al primer Club de Ajedrez que se fundó en Ciudad Bolívar, el Club La Torre.  Alberto Parra, quien terminó siendo heredero y propietario final del Cine América,  dio todas las facilidades para que el ingeniero Julio Delgado junto con el periodista Eduardo Santana se convirtiera en iniciador  de este juego ciencia en la ciudad.  Al fin, él, Alberto Parra, también era aficionado junto con su amigo Andrés Palazzi, quien ahora reside en Caracas escribiendo una novela histórica sobre los corsos en Guayana.
         El Ajedrez hoy ha sido adoptado como recurso de aprendizaje en todas las aulas escolares.  De suerte que estos dos últimos hechos, el de Soto y el ajedrez,  se suman a la trascendencia del antiguo y desaparecido Cine América, cuyo inmueble por fuerza del tiempo y las circunstancias ha sido transformado en este espacioso y confortable  centro comercial bendecido esta noche con la brisa húmeda  y refrescante del Río Padre, el Orinoco.
        





jueves, 1 de mayo de 2014

SOLEDAD EL 19 DE ABRIL DE 1810



DISCURSO PRONUNCIADO POR AMÉRICO FERNÁNDEZ EN LA MUNICIPALIDAD DE SOLEDAD en 2008 PARA CONMEMORAR  LA FECHA DEL  19  DE  ABRIL  DE  1810


Señoras y señores:
La Angostura del Orinoco no la constituye sólo Ciudad Bolívar como es la creencia general, sino también Soledad.  Tanto es así, que ambos puntos geográficos que tienen como eje el Gran Río Padre el Orinoco, han sido postulados por el Gobierno Nacional ante la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad.  De suerte que cuando se hable de Angostura, y yo lo hago en este discurso, debemos entenderlo de esta manera.  Debemos entenderlo así puesto que este acto solemne convocado por la Alcaldía y el Concejo del Municipio Independencia es para conmemorar aquella ya lejana jornada cívica del 19 de Abril de 1810 que puso a la Nación en pie de guerra para luchar, como en efecto lucho cruentamente durante 11 años, por la separación absoluta de las provincias de Venezuela del  régimen colonial ibérico.
            Guayana era una de esas provincias y en su Capital Angostura transcurrieron hechos similares a los ocurridos en Caracas el 19 de Abril de 1810.  Allá el Ayuntamiento destituyó al Capitán General hispano don Vicente Emparan y devolvió el poder a los representantes del pueblo y en Angostura al mes siguiente, el Ayuntamiento destituyó al Gobernador don Felipe Inciarte y devolvió el poder a los representantes del pueblo guayanés.
            Para 1810, Angostura era una ciudad con apenas siete calles y dos barrios. Calles cortas paralelas al río y escasamente pobladas. Las más largas eran las hoy Orinoco y Venezuela. Casas de piedra o mampostería, altas y agradables como ésta cuya restauración la Alcaldía inaugura hoy, casas empinadas frente a un río impresionante en tiempo de aguas altas, surcado por curiaras, piraguas, goletas y bergantines que alborotaban a los caimanes y toninas. Humboldt que había estado diez años antes habla de seis mil habitantes y de unas nubes de mosquitos que despegaban desde la Laguna (El Porvenir) y de periódicas fiebres malignas que se aplacaban con preparados de miel y extracto de quina de las Misiones del Caroní.  Habla también de Soledad donde había un fortín, el San Rafael, en la parte alta de un cerro y varias casas y hatos en la parte baja.  Aquí en Soledad pernotó el 10 de julio de 1800 una vez concluido su periplo por los principales ríos de la provincia.
            El Fortín San Rafael había sido erigido frente al Fuerte San Gabriel  y en torno a ese fortín surgieron las primeras viviendas a partir de 1776. Más que viviendas eran chozas aisladas. Las verdaderas fundaciones estaban en la Villa de El Pao y en el Hato de José Francisco Hernández. Lo que era Soledad, Carapa y La Peñita estaban bajo la jurisdicción de la Villa de El Pao, provincia de Nueva Barcelona, gobernada desde Cumaná (Nueva Andalucía), que al igual que Guayana, era Gobernación subdelegada de la Intendencia General de Caracas.
            Soledad, Carapa y La Peñita eran tierras baldías, pastizales de ganado realengo que en 1786 pasaron a propiedad de Marcos Hernández por venta protocolizada en Cumaná. Luego de su muerte las heredaron sus hijas, quienes a través de Ana Josefa Hernández, la vendieron en 1828 a Clemencia Afanador de Núñez, esposa de José Gabriel Núñez.  
            El Gobernador, todavía en el primer decenio del siglo XIX, era don Felipe Inciarte y el Obispo de la Diócesis que entonces se extendía hasta Cumaná y Margarita, era don José Bentura Cabello. El capitán Andrés de al Rúa, que por cierto no se la llevaba bien con el Gobernador, comandaba la guarnición de la plaza.
            La provincia de Guayana estaba integrada desde 1777 a la Gran Capitanía General de Venezuela. Se iba a Caracas por vía fluvial y marítima y a Bogotá por el Orinoco y el Meta. Las Misiones capuchinas gobernaban casi todos los pueblos del interior. La población ganadera era realmente abundante y en el sector agrícola se producía cacao, añil, tabaco, arroz, maíz, tubérculos y caña de azúcar. Se explotaban algunos subproductos de la selva y la minería era prácticamente inexistente.
            La vida de la ciudad era apacible en términos generales pero bulliciosos en el puerto y pugnaz muchas veces a nivel político. Las autoridades  se circunscribían a un Gobernador, un Comandante de Armas y un Ayuntamiento que a excepción de lo militar tenía incumbencia directa en la justicia, ornato, aseo, salubridad y policía. Dos Alcaldes y siete Regidores, además de un Procurador y el Secretario integraban ese cuerpo.
            Los cambios de autoridades municipales ocurrían al inicio de cada año, específicamente el primero de Enero, y ese año de 1810, cuando las cosas no andaban bien por la Madre Patria, las elecciones internas del Ayuntamiento angostureño favorecieron a José Fernández de Heres y Juan Crisóstomo Roscio, como primer y segundo Alcaldes respectivamente.
            El 19 de Abril de 1810 repercutió tardíamente en Guayana y no fue sino en mayo cuando Manuel Moreno, delegado de la Junta Suprema de Caracas, informó sobre los sucesos y pidió que Guayana secundara a Caracas.
            El Ayuntamiento angostureño que pasó de inmediato a considerar el asunto se vio favorecido por una serie de circunstancias, entre ellas, el descontento que existía por la administración anquilosada del Gobernador don Felipe Inciarte.
            Se eligió una Junta provincial integrada por el doctor Nicolás Martínez, Carlos Godoy, José Maya, Andrés de la Rúa, Manuel Moreno, Francisco Luís de Vergara, Francisco Rávago, el abogado Félix Farrera, Matías Farrera y Juan Vicente Cardozo. El gobernador Felipe Inciarte y el Comandante de la Guarnición Andrés de la Rúa renunciaron y la Junta designó al doctor Félix Farrera, Intendente de la Provincia y al Capitán Matías Farrera, su hermano, como jefe de la guarnición.
            A los 23 días, justo el primero de junio, llegaron noticias de España a conocimiento del Obispo de la Diócesis, José Bentura Cabello, según las cuales se había instalado el Consejo de Regencia en Cádiz en sustitución de la Junta Central que había sido dispersada y disuelta debido al empuje de las fuerzas francesas. En consecuencia las provincias debían mantenerse fieles al Consejo y no a la Junta Suprema de Caracas. No todos los miembros del Ayuntamiento estuvieron de acuerdo, pero sí la mayoría, especialmente el sector militar, por lo que la Junta provisional terminó disolviéndose para dar nuevamente lugar a las autoridades designadas en las elecciones de enero.
            No obstante, quienes eran partidarios de secundar a la Junta Suprema de Caracas, entre ellos, Juan Crisóstomo Roscio, Agustín Contasti, y sus hijos Agustín, Ramón y Orocio, Eusebio Afanador, José Tomás Machado, José Vicente Cardozo, Manuel Moreno, Maneiro y Yánez continuaron trabajando junto con el licenciado Ramón García Cádiz, recién llegado de Caracas como Asesor de Gobernador y Auditor de Guerra. El trabajo político de este grupo fue considerado de inconveniente y peligroso para la estabilidad de las autoridades españolas, por lo que se dispuso reducirlo a prisión, desterrando a los cabecillas.
            El capitán José Tomás Machado, cuyo nombre lleva el Comando de la Armada del Orinoco, escribiría más tarde refiriéndose al hecho, que él junto con quienes dirigían el movimiento de adhesión a la Junta Suprema de Caracas, fue reducido a los más inmundos calabozos y cargado con grillos y cadenas por el Brigadier Gobernador Matías Farreras. De todos los comprometidos, sólo pudieron escapar de la detención el angostureño Juan Vicente Cardozo y los margariteños radicado en Angostura Manuel Maneiro y Manuel Moreno, este último deudo de Joaquín Moreno de Mendoza, fundador de la ciudad.
Juan Crisóstomo Roscio, enviado a la prisión de Puerto Cabello, fue fusilado el 24 de junio de 1813; el caraqueño Ramón García Cádiz, radicado desde entonces en Angostura se fugó de la prisión. Igualmente el angostureño José Tomás Machado.
            El Ejecutivo Federal y el Congreso reaccionaron ante lo sucedido en Guayana y decretaron una expedición desde Caracas, Barinas y Cumaná para recuperar la provincia, al mando del coronel  Francisco González Moreno y Francisco Javier de Sola, ambos españoles al servicio de la República.  En esta expedición estaba inscrito Manuel Piar, en calidad de subteniente.
            Se dieron dos batallas, una en el caño Macareo y otra en Sorondo, antes de invadir a la capital desde Soledad y las bocas del Cari el 26 de marzo de 1812.  Dice Francisco Javier Yánez en su historia de la Provincia de Cumaná, que  “El general Moreno se presento el 26 al frente de la Cuidad de Angostura con fuerzas muy superiores, y cuando se debía cantar la victoria, se dispersa su ejercito en términos que los invadidos hicieron más de 500 prisioneros, los cuales se remitieron a Puerto Rico y otros puntos, siendo constante que ninguno de ellos volvió a respirar el aire libre que la naturaleza concede a todos los vivientes sino los que prestaren homenaje a la tiranía, o pudieron escaparse de las garras de los opresores. Se quiso después hacer valer en esta empresa el sacudimiento o temblor de tierra de tierra que se experimentó en el mismo día; mas si algo pudo influir en ella, debió ser contra los invadidos, jamás contra los que atacaban con fuerzas superiores y tenían en sus manos el triunfo. Los jefes Moreno y de Sola fueron puestos en juicio por orden del generalísimo Miranda, y es sabido que su resultado hubiera sido bien desfavorable, principalmente a de Sola, convencido de traidor, cuyo concepto se ha confirmado después por su conducta, pues los españoles no solo le perdonaron, sino que le premiaron como fiel servidor de su Rey”.
            La provincia de Guayana se mantuvo a partir de allí fiel a la Corona hasta 1817 cuando tras la batalla de San Félix y posterior Sitios de Angostura y los Castillos de Guayana, quedaron arriadas para siempre los pendones de Castilla. Angostura se convirtió entonces en asiento de los Poderes Supremos del tercer período de la República. Soledad pasó a tener entonces un Comandante Político y Militar que a la sazón fue el Teniente coronel Francisco Javier Suárez de Añez, que seguramente tenía como residencia y despacho el mejor inmueble de Soledad, esta noble Casa de Balcón cuya recuperación la Alcaldía inaugura en esta fresca y soleada mañana de Abril.
            El 19 de Abril y el 5 de julio de 1818 se celebraron solemnemente por primera vez en Angostura estas efemérides complementarias, que marcan el inicio de la lucha por la Independencia de Venezuela.  Como el Correo del Orinoco, hebdomadario de los patriotas no comenzó su circulación sino el 27 de junio de ese año 1818, no reseña los actos del 19 de abril pero si la del 5 de julio que por cierto cayó un día domingo.  Dice el Correo del Orinoco que “el domingo 5 se celebró en esta capital con las solemnidades acostumbradas las Fiestas del Aniversario de la Declaración absoluta y proclamación de  la República de Venezuela.  Una salva de artillería anunció al amanecer este glorioso día.  Todas las autoridades civiles y militares asistieron en gran ceremonia a la Catedral a dar gracias al Autor Supremo de la libertad humana por habernos concedidos recobrar el don más precioso de sus manos.  Toda la guarnición se puso sobre las armas, el fuerte y los buques del puerto tremolaron el pabellón de gala, y durante el Te Deum hicieron una salva de cien cañonazos, la plaza y la marina.  Por la noche iluminación, baile y regocijos públicos.
            Al año siguiente, el 15 de febrero de 1819, al inaugurarse las sesiones del Segundo Congreso General de Venezuela llamado “Congreso de Angostura”, entre los diputados representantes de la provincia de Cumaná, estaba el General en jefe Santiago Mariño, quien fijó su residencia en Soledad, pero sólo asistió a la sesiones hasta el 12 de marzo cuando el Libertador lo nombró Jefe del Ejército del Oriente y partió con su Estado Mayor hacia la Villa de El Pao, a 9 kilómetros al norte de Soledad.  Allí estableció su Cuartel General y aceleró la reunión de las Divisiones a su mando, entre ellas, la de Bermúdez que se hallaba en Maturín y la de Zaraza, ambas como parte del Ejército de oriente en los llanos.
            En julio del mismo año 1819, Mariño y volvió a establecerse en Soledad atendiendo al llamado del Congreso de Angostura para que se incorporara a las sesiones.  Entonces fue reemplazado por el General José Francisco Bermúdez en el mando del ejército de oriente.
En 1820,  Soledad celebró por primera vez el 19 de Abril de 1810.  Entonces el Comandante Político y Militar de Soledad, Francisco Javier Suárez de Añez realizó una fiesta de tres días con juegos de toros, máscaras y representaciones teatrales.
El Correo del Orinoco reseña la efeméride así: “Por la décima vez hemos vuelto a ver la aurora de este bello día. ¡Oh! ¡Cuántos dulces recuerdos, cuan consolantes y satisfactorias imágenes ha traído a nuestra memoria! El pueblo celebró con gran regocijo y fiestas el aniversario de su emancipación: mas cada uno encontraba mayor placer en considerar el cúmulo de  virtudes que fue necesario para reclamarla, y la heroicidad, que la ha conservado. Padecíamos, padecieron nuestros padres; pero más venturoso, o más osados que ellos, nos atrevimos a llamarlos libres; y la nave del Estado, navegando de continuo en un mar desconocido y tempestuoso, y siempre asaltada, siempre amenazada de nuevos escollos, entrevé y tal vez empieza a gustar el tiempo sereno, que ha de reparar las pérdidas. Millares de Roboanes  han reagravado sobre nosotros el yugo que soportaron nuestros padres, y en vez de azotes, usan y nos aplican escorpiones. Ha diez años que resistimos el mal; diez años en que solo hemos deseado las lluvias del cielo para quitar de nuestra vista la sangre que ha cubierto a nuestros campos. Pero nuestros campos dan muestra de nuestro valor; y cultivado por brazos ya no uncidos, van a ser más feraces. Nuestro Palinuro, que habrá salvado la nave, hará la dicha de los navegantes; y nuestra constancia será el fanal de otros afligidos”.
            Bolívar que se había despedido definitivamente de Angostura el 24 de diciembre de 1819 tras la ejecución de la Carta Fundamental que creaba la República de Colombia, se  hallaba en su Cuartel General de San Cristóbal y ese mismo día del 19 de abril de 1820 se dirigió al Ejército Libertador en los siguientes términos para recodar la fecha: “¡Diez años de libertad se solemnizan este día ¡Diez años consagrados a los combates, a los sacrificios heroicos, a una muerte gloriosa…! Pero diez años que han librado el oprobio, del infortunio, de las cadenas, la mitad del Universo. ¡Soldados! El género humano gemía por la ruina de su más bella porción: era esclava y ya es libre. El mundo desconocía al Pueblo Americano, vosotros lo habéis sacado del silencio, del olvido, de la muerte, de la nada. Cuando antes era el ludibrio de los Tiranos; lo habéis hecho admirar por vuestras virtudes; lo habéis hecho respetar por vuestras hazañas, y lo habéis consagrado a la inmortalidad por vuestra gloria. ¡Soldados! El diez y nueve de abril nació Colombia: desde entonces contáis diez años de Vida”.
            Soledad, como parte de la Angostura del Orinoco, ha estado ligada al proceso independentista iniciado hace 189 años y es lógico que lo celebre el día de la municipalidad que es precisamente el 19 de Abril.  Ayer con lances de toro y teatro de calle y hoy con la inauguración de obras de interés social, como ésta que engalana la Calle Boyacá, inmueble antiguo amasado con la piedra y el barro de un tiempo en que el gran río señalaba el camino de la Libertad y que pervivió aunque con lesiones infligidas por los elementos ambientales de la naturaleza y el hombre, pero que la técnica de la arquitectura moderna ha podido superar para que continúe siendo útil y mejorando la calidad urbana del centro donde pocas o ninguna casa existe de este porte y linaje señorial.  En este inmueble de dos plantas y múltiples ventanas, donde sobresale un largo balcón de tres entradas, orientadas más a las bondades refrescante de la brisa costanera y del llano,  que a la ardiente luminosidad del trópico,  vivieron posiblemente  prohombres de la República como el Comandante político y militar Francisco Javier Suárez de Añes y el General en Jefe de los Ejércitos de Oriente, don Santiago Mariño y su Estado Mayor, lo mismo que distinguidas familias como los Donatti de origen italiano y los Vallée de origen corso, pues el florecimiento de la Angostura hasta mediados del siglo pasado se le debe a las colonias europeas como la italiana, la corsa y la alemana de Hamburgo que aquí se establecieron con verdadero espíritu de empresa, aliados con los negocios y la fuerza de trabajo del criollo provincial, para continuar por la vía socio económica el proceso emancipador iniciado el 19 de abril de 1810.

Soledad: 19 de abril de 2008