DISCURSO PRONUNCIADO POR AMÉRICO
FERNÁNDEZ EL DÍA EN QUE FUE INAUGURADA LA RECUPERACIÓN Y CONVERSIÓN EN CENTRO COMERCIAL EL INMUEBLE
DONDE FUNCIONO DESDE PRINCIPIOS DEL SIGLO VEINTE EL CINE AMÉRICA.
Es
realmente encomiable el esfuerzo económico y arquitectónico por recuperar de
cierto modo este inmueble de vieja data dentro de los límites del centro urbano
de la ciudad.
A
la vista está que la inversión ha sido
cuantiosa y demorada porque se realizó una intervención de filigrana intentando
de integrar el estilo antiguo con lo moderno.
Una
cosa es la arquitectura de alto contraste como la que irreverentemente está
imponiendo el Grupo del arquitecto Óscar Tenreiro ejecutando un proyecto de
Teatro totalmente moderno adosado a un
edificio del Siglo XIX, el del ingeniero
polaco venezolano Alberto Lutowski en la Plaza Miranda, que la
arquitectura integrada donde se asume el estilo existente y se trata en la medida de lo posible de
combinar materiales del pasado con los modernos para como en este caso del
antiguo edificio del Cine América, no romper bruscamente con el pasado, pero
también por adecuación de usos.
Obviamente que lo ideal y puramente histórico habría sido recuperar el
inmueble con todas las características arquitectónicas de técnica y estilo decimononas
para que la memoria del pasado se conserve relativamente intacta como valor
histórico y atractivo turístico. Finalmente como patrimonio cultural de nuestros
ancestros, propósito este último del equipo multidisciplinario que con la
contribución del Instituto de Cooperación Iberoamericana hizo los estudios dirigidos
a la revitalización integral del centro histórico de Ciudad Bolívar, culminado
con la Ordenanza
protectora sancionada por el Concejo Municipal
el 14 de mayo de 1987 y terriblemente inobservada durante los últimos
años.
Del
incendio accidental, o intencional, nunca se sapo, que arruinó la estructura de
este antiguo edificio de galería porticada de dos niveles construido con piedra
y mezcla mulata y que sirvió de aduana y
residencia en la Angostura
del Siglo XIX, muy poco se salvó y lo que pudo salvarse aquí quedó restaurado e
integrado.
En
este inmueble de los primigenios tiempos de la ciudad de Angostura vuelto
escombros y cenizas, se aplicó el
profesionalismo de la ingeniería y
arquitectura para este resultado donde la huella del tiempo presente trata de
manera simbiótica encontrarse con el pasado.
Cuando
el señor Alfonso Miraglia, uno de los inversionistas, me invitó para conocer la
obra que esta noche abre sus puertas con la solemnidad de la satisfacción, la
asocié, suerte de automatismo psíquico, con los interiores del Museo de Arte
Moderno Jesús Soto y preguntándome por qué, encontraba que era en realidad la forma
como se había dispuesto el uso y aprovechamiento del espacio.
A
Carlos Raúl Villanueva, uno de los más relevantes arquitectos de nuestro
tiempo, proyectista del Museo Jesús
Soto, se le deben grandes realizaciones como la Ciudad Universitaria
de Caracas, en las que el sentido del espacio como ámbito vital, va unido a un
concepto claro y noble de las formas constructivas. Esto seguramente que lo asumieron los
arquitectos de este proyecto de recuperación y transformación del antiguo
edificio del Cine América.
Indudablemente
que estamos ante una obra actual, moderna, que respeta las formas estructurales
básicas del pasado y cuyos artífices no han sido mezquinos en aprovechar
algunos elementos como las columnas de fuste estriado y rejas de hierro
forjado.
Las
vigas de madera aunque en su totalidad no son las mismas, se mantienen. Las originales requemadas por el incendio
fueron dignificadas esculturalmente por el artista Ramón Antonio Morales y se
levantan como sentencia admonitoria frente al Teatro inconcluso de Oscar
Tenreiro en la Plaza Miranda. Ningún lugar más propicio porque aunque
requemadas, son maderos que abrigaron las artes escénicas del noble, antiguo y
desparecido Cine América, el primero de Ciudad Bolívar, inaugurado en 1914
cuando universalmente la cinematografía daba sus primeros pasos. .
En
realidad, el Cine América desapareció como desaparecieron todos los cines en Ciudad Bolívar el día en
que comenzaron a llegar a nuestros
hogares los aparatos de videos. Resultaba
para la familia más cómodo, práctico y barato ver las películas en el televisor
que ir a una pública sala de cine algunas veces con el riego que supone hacerlo
hoy cuando el delito contra la persona y sus bienes está a la vuelta de la
esquina.
Desaparecido
el cine propiamente, lo que había quedado era el noble cascarón, un edificio
enervado por el tiempo y al final consumido por las llamas generando esa
sensación de dolor y vacío tan natural en los pueblos que se apegan a las cosas
que sienten como suyas y el edificio del Cine América de verdad que así lo
sentía el pueblo, era un patrimonio cultural de los bolivarenses porque, aparte
de su antigüedad y estilo combinado con una técnica y un material de
construcción característicos de una época, bajo su alero, bajo su techo en
general, transcurrieron los más exquisitos y sorprendentes episodios entre los
parroquianos que venían a recrearse no
solamente con las películas, sino también con obras teatrales, conciertos,
danzas y hasta lucha grecorromana y boxeo se escenificaron en el Cine América,
marcadamente durante la primera mitad del siglo veinte cuando la eterna capital
de la provincia de Guayana era otra y recalaban a su puerto los más variados
veleros y barcos de vapor.
Eran
otros días, tiempos de la ciudad señorial y bucólica, cuando se iba al cine con
sombrero y corbata y se exhibían otros modales de urbanidad y civismo. No existían los buhoneros que hoy invaden
nuestras calles y contaminan el ambiente ofendiendo el paisaje físico y natural
de la ciudad, de esta ciudad cuyo centro paradójicamente queremos postular como
patrimonio cultural de la humanidad.
El
Cine América fue el primer establecimiento de su tipo instalado en la ciudad el
22 de abril de 1914, gracias al espíritu empresarial de los socios José Inés
Velásquez y Amalia Sebastián Domingo de Golía, ambos españoles, que además explotaban otros ramos
mercantiles. La sala cinematográfica se
estrenó con la película silente “Los últimos días de Pompeya” Como todos sabemos, Pompeya fue una ciudad
italiana sepultada en el año 70 por las bocanadas de fuego del Vesubio. Por superstición cualquiera diría que la
película marcó el destino del Cine América, pues también éste tuvo sus últimos
días bajo las llamas volcánicas del fatalismo.
Durante
diecisiete años, es decir, desde 1914
a 1931, el Cine América estuvo entreteniendo a los
bolivarenses con películas silentes en cuyo curso operativamente interrumpido actuaban
desde el proscenio grupos orquestales integrados por connotados músicos de la
época como Nicanor Santamaría, Rodolfo
Mogollón, Juan Requesens, Fitzí Miranda, Tiburcio Guevara, Delfín Rodríguez entre
otros.
En junio
de 1931 fue la gran novedad del sonido. El Cine América lo inaugura la novedad
del cine parlante con la película “Héroes
de última hora” El cine parlante venía alternándose desde
entonces con los filmes silentes. Es después de la muerte del Dictador Juan
Vicente Gómez cuando el Cine sonoro
comienza a desplazar gradualmente a su antecesor. Por ese tiempo, 1937, se
rueda en Venezuela Taboga,
mediometraje dirigido y filmado por Aníbal Rivero y Eduardo Ascanio. Para
entonces, el cine mexicano inicia su periplo de penetración en Venezuela hasta
consolidarse en los años cuarenta con películas de renombre que llegaban a los
cines de Ciudad Bolívar, como María Candelaria, con dirección y actuación del
Indio Fernández; Flor Silvestre, Río Escondido, La Red y que hicieron populares
los nombres de María Félix, Dolores del Río y Pedro Armendáriz.
La
película mexicana Rancho Grande, entusiasma
a los bolivarenses y hace que Joaquín Echeverría hijo, empresario entonces de
espectáculos públicos, contrate a su protagonista Tito Guizar, quien se hallaba
en Caracas, cumpliendo unos compromisos, para que vengan en persona a
presentarse en la ciudad. El 18 de septiembre de 1941 difícilmente quedan los
bolivarenses en casa. Todos querían ver a Tito Guizar.
Para ese
año, quien pintaba los afiches y cartelones del Cine América era Jesús Soto, sí, Jesús Soto, nacido en el
Barrio Santa Ana muy cerca de otro cine pintoresco, el Cine Mundial. Desde aquí, desde este sitio del Cine América
podemos decir que Soto emprendió su
vuelo hacia la fama como maestro del cinetismo y pionero del arte óptico
universal. Los portales del Cine América
también sirvieron al primer Club de Ajedrez que se fundó en Ciudad Bolívar, el
Club La Torre. Alberto Parra, quien
terminó siendo heredero y propietario final del Cine América, dio todas las facilidades para que el
ingeniero Julio Delgado junto con el periodista Eduardo Santana se convirtiera
en iniciador de este juego ciencia en la
ciudad. Al fin, él, Alberto Parra,
también era aficionado junto con su amigo Andrés Palazzi, quien ahora reside en
Caracas escribiendo una novela histórica sobre los corsos en Guayana.
El
Ajedrez hoy ha sido adoptado como recurso de aprendizaje en todas las aulas
escolares. De suerte que estos dos
últimos hechos, el de Soto y el ajedrez, se suman a la trascendencia del antiguo y
desaparecido Cine América, cuyo inmueble por fuerza del tiempo y las
circunstancias ha sido transformado en este espacioso y confortable centro comercial bendecido esta noche con la
brisa húmeda y refrescante del Río
Padre, el Orinoco.
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