domingo, 4 de mayo de 2014

INCENDIO Y CONVERSION DEL CINE AMERICA



DISCURSO PRONUNCIADO POR AMÉRICO FERNÁNDEZ EL DÍA EN QUE FUE INAUGURADA LA RECUPERACIÓN  Y CONVERSIÓN EN CENTRO COMERCIAL EL INMUEBLE DONDE FUNCIONO DESDE PRINCIPIOS   DEL SIGLO    VEINTE    EL  CINE   AMÉRICA.
         Es realmente encomiable el esfuerzo económico y arquitectónico por recuperar de cierto modo este inmueble de vieja data dentro de los límites del centro urbano de la ciudad.
         A la vista está  que la inversión ha sido cuantiosa y demorada porque se realizó una intervención de filigrana intentando de integrar el estilo antiguo con lo moderno.
         Una cosa es la arquitectura de alto contraste como la que irreverentemente está imponiendo el Grupo del arquitecto Óscar Tenreiro ejecutando un proyecto de Teatro totalmente moderno  adosado a un edificio del Siglo XIX,  el del ingeniero polaco venezolano Alberto Lutowski en la Plaza Miranda, que la arquitectura integrada donde se asume el estilo existente  y se trata en la medida de lo posible de combinar materiales del pasado con los modernos para como en este caso del antiguo edificio del Cine América, no romper bruscamente con el pasado, pero también por adecuación de usos.  Obviamente que lo ideal y puramente histórico habría sido recuperar el inmueble con todas las características arquitectónicas de técnica y estilo decimononas para que la memoria del pasado se conserve relativamente intacta como valor histórico y atractivo  turístico.  Finalmente como patrimonio cultural de nuestros ancestros, propósito este último del equipo multidisciplinario que con la contribución del Instituto de Cooperación Iberoamericana hizo los estudios dirigidos a la revitalización integral del centro histórico de Ciudad Bolívar, culminado con la Ordenanza protectora sancionada por el Concejo Municipal  el 14 de mayo de 1987 y terriblemente inobservada durante los últimos años.
         Del incendio accidental, o intencional, nunca se sapo, que arruinó la estructura de este antiguo edificio de galería porticada de dos niveles construido con piedra y mezcla mulata y que sirvió  de aduana y residencia en la Angostura del Siglo XIX, muy poco se salvó y lo que pudo salvarse aquí quedó restaurado e integrado.
         En este inmueble de los primigenios tiempos de la ciudad de Angostura vuelto escombros y cenizas,  se aplicó el profesionalismo  de la ingeniería y arquitectura para este resultado donde la huella del tiempo presente trata de manera simbiótica encontrarse con el pasado.  
         Cuando el señor Alfonso Miraglia, uno de los inversionistas, me invitó para conocer la obra que esta noche abre sus puertas con la solemnidad de la satisfacción, la asocié, suerte de automatismo psíquico, con los interiores del Museo de Arte Moderno Jesús Soto y preguntándome por qué, encontraba que era en realidad la forma como se había dispuesto el uso y aprovechamiento del espacio.
         A Carlos Raúl Villanueva, uno de los más relevantes arquitectos de nuestro tiempo,  proyectista del Museo Jesús Soto, se le deben grandes realizaciones como la Ciudad Universitaria de Caracas, en las que el sentido del espacio como ámbito vital, va unido a un concepto claro y noble de las formas constructivas.  Esto seguramente que lo asumieron los arquitectos de este proyecto de recuperación y transformación del antiguo edificio del Cine América.
         Indudablemente que estamos ante una obra actual, moderna, que respeta las formas estructurales básicas del pasado y cuyos artífices no han sido mezquinos en aprovechar algunos elementos como las columnas de fuste estriado y rejas de hierro forjado.
         Las vigas de madera aunque en su totalidad no son las mismas, se mantienen.  Las originales requemadas por el incendio fueron dignificadas esculturalmente por el artista Ramón Antonio Morales y se levantan como sentencia admonitoria frente al Teatro inconcluso de Oscar Tenreiro en la Plaza Miranda.  Ningún lugar más propicio porque aunque requemadas, son maderos que abrigaron las artes escénicas del noble, antiguo y desparecido Cine América, el primero de Ciudad Bolívar, inaugurado en 1914 cuando universalmente la cinematografía daba sus primeros pasos. .
         En realidad, el Cine América desapareció como desaparecieron  todos los cines en Ciudad Bolívar el día en que  comenzaron a llegar a nuestros hogares los aparatos de videos.  Resultaba para la familia más cómodo, práctico y barato ver las películas en el televisor que ir a una pública sala de cine algunas veces con el riego que supone hacerlo hoy cuando el delito contra la persona y sus bienes está a la vuelta de la esquina.
         Desaparecido el cine propiamente, lo que había quedado era el noble cascarón, un edificio enervado por el tiempo y al final consumido por las llamas generando esa sensación de dolor y vacío tan natural en los pueblos que se apegan a las cosas que sienten como suyas y el edificio del Cine América de verdad que así lo sentía el pueblo, era un patrimonio cultural de los bolivarenses porque, aparte de su antigüedad y estilo combinado con una técnica y un material de construcción característicos de una época, bajo su alero, bajo su techo en general, transcurrieron los más exquisitos y sorprendentes episodios entre los parroquianos que venían a recrearse  no solamente con las películas, sino también con obras teatrales, conciertos, danzas y hasta lucha grecorromana y boxeo se escenificaron en el Cine América, marcadamente durante la primera mitad del siglo veinte cuando la eterna capital de la provincia de Guayana era otra y recalaban a su puerto los más variados veleros y barcos de vapor.
         Eran otros días, tiempos de la ciudad señorial y bucólica, cuando se iba al cine con sombrero y corbata y se exhibían otros modales de urbanidad y civismo.  No existían los buhoneros que hoy invaden nuestras calles y contaminan el ambiente ofendiendo el paisaje físico y natural de la ciudad, de esta ciudad cuyo centro paradójicamente queremos postular como patrimonio cultural de la humanidad.
         El Cine América fue el primer establecimiento de su tipo instalado en la ciudad el 22 de abril de 1914, gracias al espíritu empresarial de los socios José Inés Velásquez y Amalia Sebastián Domingo de Golía, ambos españoles,  que además explotaban otros ramos mercantiles.  La sala cinematográfica se estrenó con la película silente “Los últimos días de Pompeya”  Como todos sabemos, Pompeya fue una ciudad italiana sepultada en el año 70 por las bocanadas de fuego del Vesubio.  Por superstición cualquiera diría que la película marcó el destino del Cine América, pues también éste tuvo sus últimos días bajo las llamas volcánicas del fatalismo.
         Durante diecisiete años, es decir, desde 1914 a 1931, el Cine América estuvo entreteniendo a los bolivarenses con películas silentes en cuyo curso operativamente interrumpido actuaban desde el proscenio grupos orquestales integrados por connotados músicos de la época como Nicanor Santamaría,  Rodolfo Mogollón, Juan Requesens, Fitzí Miranda, Tiburcio Guevara, Delfín Rodríguez entre otros.
         En junio de 1931 fue la gran novedad del sonido. El Cine América lo inaugura la novedad del cine parlante con la película “Héroes de última hora”    El cine parlante venía alternándose desde entonces con los filmes silentes. Es después de la muerte del Dictador Juan Vicente  Gómez cuando el Cine sonoro comienza a desplazar gradualmente a su antecesor. Por ese tiempo, 1937, se rueda en Venezuela Taboga, mediometraje dirigido y filmado por Aníbal Rivero y Eduardo Ascanio. Para entonces, el cine mexicano inicia su periplo de penetración en Venezuela hasta consolidarse en los años cuarenta con películas de renombre que llegaban a los cines de Ciudad Bolívar, como María Candelaria, con dirección y actuación del Indio Fernández; Flor Silvestre, Río Escondido, La Red y que hicieron populares los nombres de María Félix, Dolores del Río y Pedro Armendáriz.
         La película mexicana Rancho Grande, entusiasma a los bolivarenses y hace que Joaquín Echeverría hijo, empresario entonces de espectáculos públicos, contrate a su protagonista Tito Guizar, quien se hallaba en Caracas, cumpliendo unos compromisos, para que vengan en persona a presentarse en la ciudad. El 18 de septiembre de 1941 difícilmente quedan los bolivarenses en casa. Todos querían ver a Tito Guizar.
         Para ese año, quien pintaba los afiches y cartelones del Cine América era  Jesús Soto, sí, Jesús Soto, nacido en el Barrio Santa Ana muy cerca de otro cine pintoresco, el Cine Mundial.  Desde aquí, desde este sitio del Cine América podemos decir que  Soto emprendió su vuelo hacia la fama como maestro del cinetismo y pionero del arte óptico universal.  Los portales del Cine América también sirvieron al primer Club de Ajedrez que se fundó en Ciudad Bolívar, el Club La Torre.  Alberto Parra, quien terminó siendo heredero y propietario final del Cine América,  dio todas las facilidades para que el ingeniero Julio Delgado junto con el periodista Eduardo Santana se convirtiera en iniciador  de este juego ciencia en la ciudad.  Al fin, él, Alberto Parra, también era aficionado junto con su amigo Andrés Palazzi, quien ahora reside en Caracas escribiendo una novela histórica sobre los corsos en Guayana.
         El Ajedrez hoy ha sido adoptado como recurso de aprendizaje en todas las aulas escolares.  De suerte que estos dos últimos hechos, el de Soto y el ajedrez,  se suman a la trascendencia del antiguo y desaparecido Cine América, cuyo inmueble por fuerza del tiempo y las circunstancias ha sido transformado en este espacioso y confortable  centro comercial bendecido esta noche con la brisa húmeda  y refrescante del Río Padre, el Orinoco.
        





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