viernes, 31 de octubre de 2014

LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN GUAYANA


CONFERENCIA DE AMERICO FERNANDEZ EN LA CASA DE LAS DOCE VENTANAS - APERTURA INAUGURAL DE LAS VIII JORNADAS DE INVESTIGACIÓN DE LA UNEG DENTRO DEL MARCO DE LOS 250 AÑOS DE CIUDAD BOLIVAR - 27 DE OCTUBRE DE 2014.

En mi condición de Cronista de la Ciudad, me ha invitado el profesor Alexander Mansutti, coordinador general de investigación de Postgrado de la Universidad Nacional Experimental de Guayana,  a conferenciar con ustedes sobre los estudios superiores en Guayana dentro del marco de los 250 años de esta su capital Ciudad Bolívar, la otrora Angostura del Orinoco, que hoy acoge a ustedes  con la complacencia que es capaz de suscitar quienes se dedican a cultivar el campo del conocimiento científico.
         Ha 32 años, el Presidente de la República, doctor Luis Herrera Campíns, previa aprobación del Consejo Nacional de Universidades, puso el ejecútese, al decreto por el cual se creaba la Universidad Nacional Experimental de Guayana.
         Quedaba así materializada de manera oficial una legítima aspiración de los bolivarenses, reivindicatoria de un derecho adquirido tras ardoroso proceso de trabajo educacional durante la segunda mitad del siglo diecinueve, pero interrumpido en mala hora por la autocracia del General Cipriano Castro que en aquel momento sólo le preocupaba reducir el gastos institucional para favorecer la guerra interna que ensangrentaba al país en aras del Poder.
         Los estudios superiores de Guayana tienen una historia larga y tormentosa cuyo origen se encuentra en el Colegio Nacional decretado por el Presidente encargado de la Gran Colombia, Francisco de Paula Santander, mientras el Libertador se hallaba consolidando la campaña emancipadora del Sur  Este decreto de trece artículos dictado en Bogotá el 27 de octubre de 1824, malogrado por las vicisitudes de los conflictos políticos y la escasez tanto de recursos profesionales como materiales, verá pasar sin efecto la disolución de la República, por lo que será objeto de una revisión y adaptación a los  tiempos de la  nueva Venezuela, la que se rehízo a partir de 1830.
         El Gobierno del Presidente José Antonio Páez,  diez años después, el 8 de abril de 1834, así lo dispuso por medio de otro decreto más extenso, de 30 en vez de 13 artículos del anterior.  De manera que desde esta fecha, con la creación del Colegio Nacional de Guayana, en la ciudad de Angostura, se oficializa y se practica de manera continua la educación  de segundo nivel en esta provincia del Orinoco.
         Pero el Colegio no comenzará a funcionar de inmediato sino el 24 de junio de 1840,  en edificio propio, en el inmueble donde en 1819 se instaló y deliberó el segundo Congreso Constituyente de Venezuela conocido como “Congreso de Angostura”, el cual nunca perdió su condición de centro educacional pues, con esa finalidad de impartir primeras letras y latinidad fue mandado a construir por  el cofundador de la ciudad, Manuel Centurión Guerrero de Torres, entre 1766 y 1776.
         La tardanza en su instalación debido a las mismas dificultades anteriores, solo fue posible superarla en el curso de seis años, gracias a las diligencias de una Junta de ciudadanos que logró dilucidar el aspecto legal de propiedad y refaccionar el edificio, hallado entonces en muy malas condiciones, y asegurar además los ingresos de sostenimiento mediante las rentas que producían los arrendamientos de terrenos pertenecientes a las antiguas Misiones del Caroní, adjudicados  desde 1824 en función de la educación pública.
         Los directores que el Colegio requería no fue posible lograrlos en Caracas ni en otro lugar del país.  Los académicos  parecían  temerles  a  una  ciudad  tan  cerca  de  la  selva  y  consecuencialmente  amenazada  por  zoonosis  como  el  paludismo  y  la  fiebre  amarilla, por  lo  que  hubo  que  echar  mano  de  los escuálidos recursos profesionales habidos en  la  capital de la provincia.
         De todas maneras,  el  Colegio  arrancó  sin  Rector.  Sólo  con  el  catedrático  de  castellano,  Andrés  Eusebio  Level,  hijo  del  primer  Rector  del  Colegio  de  Cumaná,  haciendo  las  veces  de  Vicerrector más el  catedrático  de  latinidad,  sacerdote  Rafael  Cortés,  y  30  estudiantes.  El  Colegio  no  tuvo  Rector  sino  a  partir  de  1842  cuando  el  Gobierno  logró  contratar  al  catedrático  Elías  de  Valenzuela,  quien  inició  el  curso  de  filosofía  previsto  para  completar  la  secundaria.
         Los  estudiantes  se  dividían  en  dos  clases:  alumnos  internos  y  externos.  Los  primeros  pagaban  cien  pesos  anuales  y  los  segundos  no  estaban  obligados,  pero  podían  contribuir  espontáneamente. En  esta sede del  Colegio Nacional, funcionaba aparte, en el sótano,  la  escuela  provincial  de  primeras  letras,  dependiente  de  la  municipalidad.
         En  1846,  Elías  de  Valenzuela  se  separa  de  la  Rectoría  y  el  Colegio  regresa  a  su  status  anterior  hasta  1849  que Ramón  Isidro  Montes, recién  graduado  de  abogado en  la  Universidad  Central  de  Venezuela,  asume  la  dirección  del  Colegio,  primero  en  calidad  de  Vicerrector  y  luego  como  Rector  titular  durante el lapso 1850-1854. Bajo  su  rectoría  se  graduaron  los  primeros  bachilleres  de  filosofía  y  se  crearon  los  cursos  de  Derecho y  Medicina como paso conducente a lograr en el futuro para el Colegio el rango universitario.  Creó,  asimismo,  la  cátedra  de  Literatura  y  fundó  una  escuela  primaria  para  obreros  y artesanos.  Su propia casa hogar, construida en la calle Libertad, donde funciona hoy la Biblioteca Rómulo Gallegos, servía como complemento del Colegio para alojar a los internos venidos de otros puntos de la provincia y alrededores.
         Cuando  el diplomático, viajero y periodista,  Francisco  Michelena  y  Rojas,  realizó  su  exploración  oficial hasta  Bolivia, entre 1855 y 1859,   siguiendo  el  curso  del  Orinoco  y  del  Amazonas,  se  detuvo varias veces en  Angostura  y  registró  en  su memoria  esta  impresión  del  Colegio  Federal  de  Guayana:  “En  estos  últimos  años  la  educación  pública  ha  mejorado  bastante:  existe  un  colegio  que  contiene  a  la  vez  los  tres  grados  de  instrucción:  elemental,  secundaria  y  científica;  y  habiendo  vivido  en  él  las veces  que  visité  aquella  ciudad, me  complazco  en  augurar  que  tal  establecimiento  como  su  rector, el Señor Mantilla,  hacen  honor  a  la  provincia.  La  alta  instrucción  estaba  reducida  solamente  a  la  lectura  de  medicina  y  cirugía,  cuyo  profesor,  el  Dr.  Plazar, 
generosamente,  no  solo  renunciaba  entonces  a  su  estipendio, sino  que  dotó  a  la  clase  que  regentaba  de  su  gabinete  anatómico.  El  estudio  de  las  ciencias  matemáticas,  en  todas  sus  partes,  era  también  de  nueva  creación,  bajo  la  dirección  del  mismo  rector  Mantilla  y  del  Sr.  Olegario  Meneses.
         Tan  importante  establecimiento,  tiene  elementos  para  llegar  al  grado  de  perfeccionamiento  deseado; pues  tiene  rentas  suficientes,  con  las  fincas  que  posee,  o  más  bien  con  el  usufructo  de  los  terrenos  baldíos  de  Upata,  sobre  los  que  están  fundados  todos  los  hatos  de  ganado  existentes  en  todos  los  que  antes  se  denominaban  “de  las  misiones”; rentas  asignadas  por  el  general  Bolívar,  con  ese  sólo  objeto,  el  de  promover  la  instrucción  pública”.
         Ciertamente, como  dice  Michelena y Rojas,  en  1858  era  Rector  del  Colegio,  Alejandro  Mantilla. Para  entonces  ya  el  Congreso  Nacional,  por  decreto  del  26  de  marzo  de  1852,  había  autorizado  las  Cátedras  de  Derecho, Medicina, Ciencias  Eclesiásticas, Matemáticas  y  Filología.
         El  Colegio  percibía  por  concepto  de  arrendamiento  de  las  tierras  de  las  Misiones, ubicadas  al  Este  del  Caroní, Departamentos  de  Upata  y  Roscio, una  renta  relativamente  importante,  la  cual,  para  el  primero  de  febrero  de  1881  cuando  el  Gobierno  de  Guzmán  Blanco  dispuso  su  venta,  se  calculaba  en  un  poco  más  de  24  mil  bolívares.
         Las  tierras  fueron  adquiridas  por  los  propios  ganaderos  arrendatarios, a  través  de  don Antonio  Liccioni, presidente  de  la  Compañía  Minera  de  El  Callao,  quien pagó  por  ellas  al  Gobierno Nacional  la  cantidad  de  600  mil  bolívares  en  oro.
         No  hemos  obtenido  información  de  la  posición  o  reacción  del  Colegio  Federal  y  la  comunidad  con  relación  a  la  venta  de  las  tierras  misioneras  que  usufructuaba; pero,  si  hubo  disgusto  por  el  destino  que  el  Gobierno  pudiera  darle  a  ese  dinero, quedó  compensado  con  la  satisfacción  que  les  produjo 


ese  mismo  año  la  elevación  del  establecimiento  educacional  al  rango  de  Colegio  Federal  de  Primera  Categoría.       
         El  16  de  abril  de  1896, el  Congreso  de  los  Estados Unidos  de  Venezuela  completaría  la  obra  elevando  el  Colegio  Federal  de  Primera  Categoría  al rango definitivo de  Universidad  y  disponiendo  30  mil  bolívares  para  la  reparación  del  edificio  que  se  hallaba  en  muy  malas  condiciones. El  decreto  legislativo  del  cual  dio  cuenta  el  vespertino  El  Bolivarense  el  mismo  día  gracias  a  la  velocidad  del  Telégrafo, entró  en  vigencia  el  5  de  mayo  cuando  el  Presidente  Joaquín  Crespo  le  estampó  el  ejecútese.
         El  primer  Rector  que  tuvo  la  Universidad  de  Guayana  fue  el  doctor  José  María  Emazábal, descendiente  de  Emeterio  Emazábal, primer  artista  plástico  que  tuvo  Ciudad  Bolívar. Este primer Rector  se  sostuvo  hasta  1900  que  el  Presidente  Cipriano  Castro  designó  al doctor Santiago  Izaquirre,  nombramiento  que  fue  elogiado  en  el  periódico caraqueño “La  Restauración  Liberal” por  el  escritor  Rufino  Blanco  Fombona,  quien  más  tarde  sería  nombrado,  para  desgracia  suya,  Gobernador  del  Territorio  Federal  Amazonas, cuya capital tenía su asiento entonces en San Fernando de Atabapo..
         Ese  mismo  año,  la  institución  perdió  a  dos  de  sus  más  distinguidos  catedráticos,  Dr.  Felipe  Jorge  Lebrun  y  Alejandro  Mantilla. El  primero,  miembro  de  la  Facultad  de  Ciencias  Médicas  y  catedrático  de  Clínica  ginecológica  y  obstetricia, y , el  segundo,  Rector  en  1858.
         La  venta  de  las  tierras  misioneras  decretada  por  Guzmán  Blanco, la  vino  a  sufrir  el  Colegio  Federal  de  Guayana  en  septiembre  de  1900, cuando  el  Presidente  Cipriano  Castro, urgido  de  dinero, liquidó  varias  Universidades  del  país, entre  ellas  la  de  Guayana. Entonces  el  Colegio  bajó  a  segunda  categoría  bajo  la  protesta  general  de  los  bolivarenses  y  del  estudiantado  que  publicó  y  envío  un  manifiesto  al  Director  de  Instrucción  Pública,  doctor Félix  Quintero.
        

Hasta  entonces  y  desde  el  12  de  julio  de  1826, el  Colegio  había  conferido  34  grados  de  bachiller  en  medicina; 19  grados  de  bachiller  en  derecho; 9  en  Teología; 19  grados  de  doctor  en  Medicina; 16  grados de doctor  en  Derecho,  4 grados de doctor en  Teología, y estaban  por  graduarse  siete  jóvenes  de  doctor  en  Derecho  y  cinco  de doctor en  medicina, según  publica  el  diario  El  Anunciador  de  la  época.+
         La  presión  de  los  bolivarenses  a  través  de  cartas  y  manifiestos  públicos, logró  que  el  Presidente  Castro  reconsiderara  su  decisión  y  por  Decreto  del  11  de  marzo  de  1901,  dispuso  la  reinstalación  de  las  clases  de  Ciencias  Políticas  y  de  Ciencias  Médicas  y  la reapertura de la  Escuela  de  Minas que venía funcionando en Guasipati desde 1893 bajo la dirección de su fundador Miguel Emilio Palacio, doctor en ciencias exactas e ingeniero civil y de minas.  Dicho  Decreto  establecía  que  los  cursantes  podían  optar  al  título  de  Doctor  en  el  mismo  Instituto  o  en  cualquiera  de  las  Universidades  del  país; vana alegría, pues esta resurrección y homologación con las demás universidades del país, solo duró hasta 1904, cuando de nuevo vino el cierre definitivo, de hecho las clases se habían paralizado desde el año anterior por causas de la Guerra Libertadora que tuvo a Ciudad Bolívar como último baluarte.  Después de la sangrienta batalla de Ciudad Bolívar en julio de 1903, con la cual Cipriano Castro liquidó la Revolución Libertadora, la capital de la provincia quedó con su economía maltrecha y sus principales edificios, entre ellos el Colegio Federal y esta Casa de las Doce Ventanas donde estamos reunidos,  severamente impactados por el incesante cañoneo de los vapores de guerra.
         Desde entonces el Colegio Federal pasó a su primigenio status de segunda categoría y el  15  de  abril  de  1937, por resolución del Ministerio de Educación, pasó a llamarse   Liceo  Peñalver, en  memoria  de  don  Fernando  Peñalver, eximio  patriota  venezolano, oriundo  de  Píritu, estadista y político, firmante del acta de Independencia y quien  jugó  rol  importante  en  el  Congreso  de  Angostura  y  en  el  Correo  del  Orinoco.      
        
 Pero de ninguna manera era justo que los bolivarenses continuaran obligados a separarse de sus hijos para darles instrucción y formación profesional a costa de grandes sacrificios o se vieran en la necesidad de privarlos de ellos por falta de recursos. Así que la lucha por la Universidad se reanudó como en los primeros tiempos y se acentuó en los años cincuenta aprovechando que un bolivarense, el General Luis Felipe Llovera Páez, formaba parte de la Junta Militar de Gobierno, pero desde las alturas del Poder éste poco pudo hacer en ese sentido a pesar de la ardorosa campaña protagonizada por aquel apasionado quijote llamado Tomás Rivilla, “El Negro Rivilla”, y desde la universidad de los Andes un grupo de estudiantes liderados por Celestino Zamora Montes de Oca.  Este trabajo colectivo dio sus frutos, pues el el 21 de noviembre de 1958, a raíz del movimiento cívico militar del 23 de Enero,  el Presidente provisional de la República doctor Edgar Sanabria, oriundo del Estado Sucre, decretó la creación de la Universidad de Oriente integrada por escuelas repartidas entre los Estados de acuerdo con  su realidad económica y social, pero con sede central en Cumaná. Al Estado Bolívar, dada su condición minera  en desarrollo, correspondió las Escuelas de Medicina y Geología y Minas, bajo la promesa apaciguadora de integrarlas en una Universidad propia y autónoma del Estado al cabo de un tiempo que se hizo interminable y obligó de nuevo a los bolivarenses a insistir por una universidad total centrada en la capital histórica.
         Entonces se organizó un Foro público en el auditorio de la Unidad Sanitaria presidido por el Gobernador arquitecto Manuel Garrido Mendoza y al cual asistieron la Presidenta de la Legislatura, doctora Stella Cabrera; el Rector de la UDO, doctor Víctor Manuel Fossi Belloso; el director del Núcleo Bolívar de la UDO, doctor Carlos Pérez Cañas; el escritor Manuel Alfredo Rodríguez, el doctor Camilo Perfetti, Renny Ottolina y  el coordinador del Foro doctor José Eugenio Sánchez Negrón. El foro tenía por objeto  nombrar un Comité que trabajara por lograr convertir el Núcleo Bolívar de la UDO en la Universidad de Guayana, autónoma e independiente de la Universidad de Oriente.
        
Renny Ottolina, a quien se invitó muy especialmente dada su gran influencia mediática,  trajo de Caracas un papel escrito respaldando esa idea y agregando la de trabajar igualmente por un Teatro, una Biblioteca y una Escuela de Artes Plásticas, subrayando que el futuro de Ciudad Bolívar le importaba tanto como Coro, Mérida y Margarita y que era su decisión trabajar para que la ciudad se convirtiera en la Capital Cultural de Guayana.
         Días después, específicamente el seis de septiembre de 1972, una asamblea  muy representativa de la ciudad, convocada por iniciativa de la  Asociación de Damas del Colegio de Médicos,  eligió un Comité Promotor y le encomendó la gran tarea de aunar esfuerzos e iniciativas convenientes, dirigidos a convertir a Ciudad Bolívar en la capital Universitaria del Sur.
         Dicho Comité lo formaron entonces el Dr. Carlos Grúber en calidad de Presidente; Vicepresidente, Dr. José Nancy Perfetti; Secretario Ejecutivo, Dr. Carlos Pérez Cañas.  Vocales: Dr. Elias Inaty, Celina Díaz de Perfetti, Dr. José Sánchez Negrón, Sr. Joaquín Porras Lander, Br. Argenis Rodríguez.  Asesor, Manuel Alfredo Rodríguez y Presidente Honorario, Reinaldo José Ottolina Pinto, mejor conocido como Renne Ottolina.
         La primera labor de este comité fue la de solicitar del Concejo Municipal, la donación de los terrenos necesarios para la construcción de las instalaciones y edificaciones indispensables a la Universidad y un Complejo Cultural. Igualmente la destinación de los terrenos donde funciona el Aeropuerto  que entonces pensaban cambiar de lugar, a los efectos de construir en él un Jardín Botánico que serviría de campo experimental a una futura Escuela de Ingeniería Forestal; y al Ejecutivo Nacional, la creación de una Universidad con sede en Ciudad Bolívar, cuya estructura como polo del movimiento cultural y  desarrollo de la región, debía tomar como punto de partida el Núcleo Bolívar  de la UDO, el cual sería absorbido por la nueva Universidad.
         El movimiento en pro de lo que entonces se llamaba Universidad del Sur, tuvo resonancia en las alturas del Poder Central y el 28 de agosto de 1973 el doctor Enrique Pérez Olivares anunció en  el curso de una visita a esta ciudad que el Ministerio de
Educación a su cargo, dentro del estudio de la regionalización de la educación superior, había dado prioridad a la creación de la Universidad del Sur y que a esa altura el proyecto estaba lo suficientemente adelantado.
         Pero este anuncio, muy bien recibido por los bolivarenses, tenía el inconveniente de haberse hecho en vísperas de una campaña electoral que al final derivó en un nuevo gobierno de signo contrario al que había sido receptivo.  Decía Arturo Graf, un poeta y literato italiano, autor de Ecce Homo, que “la política es demasiado frecuentemente el arte de traicionar los intereses reales y legítimos, y crearse otros imaginarios e injustos”.  De allí tal vez la falta muchas veces de continuidad administrativa tan peculiar en la democracia venezolana.       
         Lo cierto es que por la reivindicación de ese derecho, hubo que esperar seis años más.  El 24 de julio de 1979, el Presidente de la República, por Decreto 182, creo un equipo de trabajo para estudiar y determinar la factibilidad, planificación y organización de una Universidad para Guayana
         El equipo presidido por el doctor Aníbal La Riva e integrado además por Pedro Álvarez, Obdulio Álvarez, Luis Emilio Ibarra, Roberto Machado, Sócrates Medina, Alcides Sánchez Negrón, Moris Valery, Antonio Villasmil y el director del Instituto Politécnico de Ciudad Guayana, tenía como tarea estudiar y definir en el término de 180 días en qué forma la Universidad de Guayana contribuiría al establecimiento del subsistema regional integrado de educación superior, a fin de articular y armonizar los esfuerzos de docencia, de investigación, de extensión y administración de las instituciones universitarias de la Región Guayana. 
         La juramentación por el Ministro de Educación, doctor Rafael Fernández Heres, tuvo lugar en el inmueble que sirvió de asiento al Congreso de Angostura sede hasta el siglo veinte del Colegio Federal al mismo tiempo que de la Universidad de Guayana, clausurada en 1904.
         Fue indudablemente un paso muy importante, conducente a la creación para Guayana de una Universidad total, integral y suya,
porque como bien lo dijo en su oportunidad Alfonso D´ Santiago, su crecimiento de población y de modo especial, su desarrollo así lo reclamaban como lo reclamaba también el país por estar la economía de Guayana inexorablemente vinculada a la estrategia y manejo de los ingentes recursos naturales de la región.
         Pocos días después los integrantes del equipo iniciaron el trabajo y de acuerdo a la información estadística analizada, necesidades y demandas planteadas a la Educación Superior por el proceso de desarrollo de la Región Guayana, concluyeron en que el proyecto de la Universidad no era solo deseable sino que estaba ampliamente  justificado.
         La Comisión llegó a acuerdos básicos que subrayaban la calidad de una Universidad experimental proyectada en tres aspectos: uno externo que vinculara a la Universidad con el resto de las instituciones de tercer nivel en aras del subsistema regional, pues a esa altura ya en Guayana otras universidades del país habían creado núcleos parecidos a los de la UDO.
         Esta vinculación de la UNEG con el  resto de las instituciones del tercer nivel, ofrecería ventajas en cuanto a optimización de los recursos humanos, financieros y físicos disponibles para la educación superior en la región.  Otro de los aspectos a proyectar seria el interno,  referente a la capacidad de adaptación a nuevas situaciones exigidas por la dinámica de la realidad nacional y, finalmente, el aspecto de relación con las industrias básicas de la región en función de proyectos de investigación, cursos, seminarios y los cambios que habría de requerir la actualización de los planes de estudios.
         El informe rendido en el término de 180 días, permitió que fuese aprobada por el CNU la creación de la Universidad de Guayana, decretada luego por el Presidente de la República el 9 de marzo de 1982 y, por resolución del Ministro de Educación, designados el doctor Sócrates Medina, en calidad de Rector; Vice-Rector académico, Licenciado Santiago Ollaquindia; Vice-Rector Administrativo, doctor Juan Vicente Arévalo Hernández y Secretario, doctor Obdulio Álvarez.
        

La juramentación del equipo rectoral por parte del Presidente de la República de entonces, doctor Luis Herrera Campíns, tuvo lugar el 3 de agosto de 1982, en ese mismo recinto del antiguo Colegio Federal.
         Estuvieron presentes en aquel acto solemne y trascendental, el Gobernador Alcides Sánchez Negrón; el Ministro de Educación, Felipe Montilla; el Ministro de la Defensa, Vicente Luis Narváez Churión; el alto mando militar en pleno, los Presidentes de las empresas básicas así como representantes de otras universidades, poderes públicos, cuerpo consular, clero e instituciones culturales y científicas.
         La nueva Universidad, sostenida insoslayablemente en los principios de las disposiciones fundamentales de la Ley de Universidades, debía operar como un sistema regional de núcleos en las principales cabeceras de municipios, con profunda vocación humanística,  posibilidades de expansión en las ciencias de la ingeniería y, en especial,  en las relacionadas con los aspectos ambientales toda vez que la característica de los suelos de Guayana, la fragilidad de sus bosques y los recursos hídricos, obligan a la formación de profesionales para su control y desarrollo.
         El 14 de diciembre del año siguiente (1983) por Resolución 424 se dictó el Reglamento General de la  naciente Universidad Nacional Experimental de Guayana que no obstante haber reventado en flor con tanta solemnidad, se la dejó a la buena de Dios, sin los recursos suficientes ni instalaciones propias adecuadas para emprender la gran aventura del conocimiento. Arrancó con cursos de postgrados tendentes a formar los futuros docentes del pre-grado, pero el inmediato cambio de gobierno, por los consabidos prejuicios de índole político-partidista, entrabó o aplazó hasta 1986 la creación de las carreras previstas y, por lo tanto, la consolidación del proyecto.  Entonces, por Decreto 1397 del Presidente de la República, Jaime Lusinchi, fue derogado el Reglamento General, para poner en vigencia otro que formula un nuevo modelo de Universidad, absolutamente distinto al tradicional.  Con una estructura diferente de gran flexibilidad

conforme a la tesis de la nueva rectora Aline Lampe Joubert, nombrada el 16 de octubre de ese año y juramentada junto con el vice-rector académico Leopoldo Machado, por el Ministro de Educación de entonces, el doctor Luis Manuel Carbonel.  El cambio de estructura de la  Universidad implicó incluso ubicar su centro en Ciudad Guayana, no obstante ser Ciudad Bolívar su asiento principal de acuerdo con el decreto de creación.
A partir de la reforma del Reglamento, la Universidad de Guayana, conforme al proyecto educativo de la rectora Aline Lampe Joubert, adoptó un modelo curricular que le permitía cambiar de carreras de acuerdo con las necesidades que requiriera el aparato productivo del país.  Un caso único, pues pasaba a funcionar como toda una empresa con gerencia de proyectos.  Nada del decano tradicional ni del “magíster dixit”.
El curso introductorio se inició en Ciudad Guayana el 16 de noviembre del 87 con una matrícula de 620 alumnos en instalaciones arrendadas en la urbanización Villa Asia. Para entonces se anunciaron las carreras de Administración, Ingeniería industrial, Ingeniería de sistemas y Educación integral.
Los citadinos no se quedaron tranquilos y bombardearon por todos los medios.  Entonces la Rectora Aline Lampe declaró como provisional  el traslado de las oficinas administrativas a Ciudad Guayana hasta tanto el Gobierno le entregara la prometida Casa de las Doce Ventanas en proceso de restauración.  Lo cierto es que dicho inmueble le fue entregado y más tarde la Casa Liccioni contigua, abarcando ambos toda una cuadra frente al Orinoco.  Aquí se instaló la sede de la UNEG Ciudad Bolívar en 1990, bajo la responsabilidad del Licenciado Marco Tulio Cardozo.   Por la misma han pasado desde entonces los licenciados Alexander Manzutti, Eddy Orozco, Indira Rodríguez Moreno y Nalúa Silva Monterrey, en calidad de responsable encargada.
Ciudad Bolívar sigue esperando porque su nuevo rol frente a Ciudad Guayana como centro minero, industrial y energético, es la de Capital y, por lo tanto, centro de los Poderes Públicos estatales y de las dependencias nacionales, centro de la Armada Fluvial y de
la V División de Infantería Selva, centro financiero, histórico, turístico, universitario y cultural y en esa dirección entendemos que están obligados a trabajar Gobernación y Alcaldía y demás instituciones sin dejar que se tuerzan esas líneas.  Además, es una aberración querer concentrar todas las industrias y servicios en Ciudad Guayana en detrimento de los demás municipios.
Tras una situación de conflicto tanto de profesores como de estudiantes que ameritó la designación de una comisión de notables integrada por Andrés Pastrana, Eduardo Castillo y Héctor Silva Michelena, con el fin de efectuar una evaluación integral de la Universidad en lo académico, administrativo y financiero,  fue nombrado en 1992, Rector de la Universidad, el doctor Oswaldo del Castillo Saume, bajo cuya gestión se abrieron en Ciudad Bolívar las Escuelas proyectos de Administración, Contaduría y Educación Integral.  El curso introductorio fue abierto en marzo de 1996 en instalaciones prestadas de la Unidad Educativa Carmen Luna Lezama. Los estudios continuaron luego en la Columbo Silva Bolívar y actualmente en instalaciones de la UDO. 
Además de los cursos de Ciudad Bolívar, bajo la gestión del equipo rectoral presidido por el doctor Oswaldo del Castillo, se abrieron las escuelas: de ingeniería forestal en Upata, y de administración y contaduría en El Callao y Guasipati.  Mediante un convenio con Brasil se dicto una licenciatura en letras en Santa Elena de Uairén.
En 1994, la sede de la Uneg en Puerto Ordaz comenzó a ser una realidad al tener lugar el 19 de mayo el primer vaciado de concreto.  Con esa acción se inicio la construcción del primer edificio de la sede universitaria ubicada en las inmediaciones de la avenida Atlántico.
La resurrección de la Universidad de Guayana fue paso muy importante para la masificación de los estudios superiores en Guayana.  No sólo se han creado nuevas Universidades, sino que buena parte de las Universidades públicas y privadas del país se han extendidos hasta Guayana  a través de núcleo, centros, aldeas o estudios supervisados El Estado Bolívar cuenta hoy, además de la Universidad de Guayana, con la Universidad Bolivariana y la

privada  Universidad Católica Andrés Bello a las cuales se suman el Núcleo de la Universidad de Oriente el más antiguo, las Universidades Nacionales Experimentales Simón Rodríguez, Antonio José de Sucre,  Rómulo Gallegos,  Politécnico Guayana, Libertador, el Instituto Universitario Tecnológico del Estado Bolívar, , la UNEFA, Gran Mariscal de Ayacucho, Pedro Emilio Coll, IUTIRLA, Monseñor Talavera, Santiago Marño, Ceciio Acosta y Andrés Bello, además de las llamadas aldeas de la Misión Sucre repartidas en todos los municipios.  Todos con una matrícula muy superior a los cien mil estudiantes.
Hecho importante de ser mencionado con relación a la Universidad de Guayana es, indudablemente, el logro de la autonomía universitaria que permitió en septiembre del año 2000 la elección por el voto de la comunidad universitaria del equipo rectoral presidido por el doctor Amadís Flores Pettit, docente de altos y amplios estudios universitarios dentro y fuera del país, que prometió la consolidación definitiva de esta máxima casa de estudios e incluso reivindicarla, situándola en el sitio que por ley le corresponde.
Las Universidades o institutos Universitarios establecidos en el Estado, cual sea su rango y modalidad, así como las de otras ciudades con extensiones en la región, tienen en sus manos  elevar la calidad de los estudios y apelar a la inteligencia, al espíritu creativo de docentes y estudiantes, para mejorar el rendimiento y, en síntesis, seguir el ejemplo de la Universidad de ayer, la que en medio de la más dura estrechez concibió Ramón Isidro Montes y toda una cáfila de intelectuales y científicos venezolanos que pasaron por sus aulas.
A 250 años de la fundación de la ciudad y 160 de haberse creados los  cursos  de  Derecho y  Medicina que conllevaron al antiguo Colegio Federal a adquirir  rango universitario, podemos afirmar que Guayana dispone en la actualidad de estudios superiores de tercer y cuarto niveles suficientes acordes con la demanda de sus necesidades.  Otra cosa a considerar es la discusión que se mantiene por  la degradación de la calidad de los estudios a causa de la misma  masificación y el déficit de los recursos humanos así como de los presupuestos e instalaciones adecuadas que estimulan la fuga de cerebros y  están planteando quizás una lucha más intensa que la de otros tiempos por la reconquista de los estudios superiores. 


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